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Ha pasado más o menos un mes. Quince de septiembre, muchos amigos, Ethan, Johanna, y la mismísima Valerie Mitchell como mi novia. Todo va tan bien como pensé que podía ir: los profesores me adoran, el mismo Anderson no frunce el ceño cuando me ve (y se lo frunce a todo el mundo, me siento especial), todo está tranquilo y alegre, como siempre. Va igual que en todas las escuelas a las que he ido antes, la única diferencia es que al final del día no regreso a casa con mis padres. Me van a decir consentido, pero los extraño, es raro no verlos durante todo el año, supongo que se debe a que es mi primera vez en un internado.

Hoy despierto temprano. Valerie me escribe después de darme una ducha para verla unos minutos antes de ir al comedor a desayunar y yo le pregunto a Ethan si hay algún problema, es obvio que me dice que no. En estas cosas, Ethan es el mejor.

Me visto, me arreglo y salgo caminando hacia donde Val me ha indicado: la parte trasera del edificio de mujeres (usualmente siempre nos vemos ahí porque ella dice que es un sitio muy poco transitado del internado). En el camino, aunque intento que no sea así, una idea que me ha estado dando vueltas en la cabeza desde hace días me baila sobre el cerebro.

Bien, tal vez mentí de cierta manera cuando dije que todo estaba bien. Ha llegado de manera inevitable eso que yo he estado temiendo desde que conocí a Valerie: el desapego.

No me malinterpreten, he tenido un tiempo increíble con ella. Es graciosa, es divertida, es lista, pasamos bastante tiempo juntos y el sexo sigue siendo de otro mundo, la verdad no sé cómo explicarlo sin sonar como un idiota indeciso.

Siempre ha sido de la misma manera con cada novia que he tenido, al cabo de un tiempo empieza como un bichito en el estómago que se va haciendo más fuerte con el pasar de los días, haciéndome sentir cada vez más desconectado, más disperso, más fuera de mi realidad. Suelo enamorarme muy rápido, pero también suelo desenamorarme a la misma velocidad. Pensé que, ya que Valerie es una chica espectacular y única como nunca he visto, esta sería la excepción a la regla... pero no puedo seguir negando la realidad: el momento llegó. Me atrae mucho, sí. Pasar tiempo con ella es bonito, pero la dulce locura del primer momento ha desaparecido, lo cual me hace sentir descompuesto cada vez que lo pienso. ¿Qué pasa conmigo? Ella es casi perfecta.

Llego al punto de encuentro un minuto antes que ella. Después, me alcanza con una sonrisa victoriosa en la bonita cara y antes de que yo haya abierto la boca para saludarla, toma el cuello delantero de mi camiseta, me empuja hacia el muro más cercano y me besa con mucha fuerza.

Se separa de mí al cabo de unos segundos.

—Buenos días, guapo —sonríe mirándome a los ojos.

¿No digo? Es increíble, bella, espontánea. Estoy loco si no sigo encantado con ella.

Mientras miro a sus ojos azules, recuerdo aquello que dije sobre que este era un año para mejorar. ¿No era este precisamente uno de los aspectos de mi vida que quería que cambiara? Si me propongo a que mis relaciones funcionen de una vez por todas, ¿con quién sería mejor intentarlo que con Valerie Mitchell?

—Buenos días, preciosa —le respondo.

—¿Qué crees? —sigue, echándome los brazos al cuello, coqueta—. Se me ocurrió que esta noche podíamos salir a tomar algo.

—¿A dónde? —Frunzo el ceño, confundido.

—Hay un lugar cerca del internado, el Sweet Beverly —explica—. Ir de fiesta allá es lo más divertido que vas a encontrar aquí cerca, podríamos pasar un buen rato, ¿te apuntas?

¿A una aventura que parece peligrosa con la novia con la que estoy dispuesto a conectar de nuevo? Eso ni se pregunta.

—Me apunto. —Le guiño un ojo con una sonrisa.

You are all I need © [AINIY #4]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora