Le hubiera gustado decir que no había un alma en ese lugar, lamentablemente no podía. En el claustro, cruzando el patio central, una sombra se movía en la oscuridad. La cámara le confirmó que no lo imaginaba: alguien caminaba de un lado a otro, una persona apenas visible gracias a la tenue luz de luna que bañaba ese lado de la galería. ¿Quién rayos recorría una abadía abandonada de noche?... Bueno, Sara, obviamente; pero dudaba que todo el mundo tuviera intenciones tan inocentes como fumarse un cigarrillo y fotografiar el halo espectral de Lake's Abbey durante una noche de invierno.
Oculta en la oscuridad, ajustó el lente al máximo aumento posible. No pudo descifrar si se trataba de un hombre, una mujer o ―ya que era cerca de medianoche― un espectro. De todas formas, decidió tomar una fotografía de registro, nunca estaba demás. El flash de la cámara fue como un faro en medio de la noche, la sombra detuvo su paseo de inmediato.
―Mierda ―masculló Sara.
Huyó a todo lo que le daban las piernas y a lo poco que le daban los pulmones, luchando contra la nieve que se acumulaba en los segmentos desprovistos de techo. Se maldijo por no usar el maldito modo nocturno en vez del estúpido flash. Ya no estaba para esos trotes, sus casi cuarenta años de sedentarismo y veinte de tabaquismo no la convertían en la persona más adecuada para huir por su vida ni en las condiciones naturales más favorables.
Casi sin notarlo, se vio cruzando el patio que separaba la construcción del muro derruido que servía de deslinde. «La adrenalina hace milagros», se dijo, sorprendida de recorrer más de media milla en tan poco tiempo. Por suerte ella misma se había despejado el camino al llegar y no tuvo que luchar contra la nieve durante esa carrera. Se atrevió a mirar atrás: había alguien vestido con una especie de hábito. La visión le dio un nuevo golpe de energía, corrió casi dando saltos desde el muro hasta la carretera rural en donde la esperaba su auto.
Un ataque de tos la obligó a apoyarse en la puerta, nunca imaginó que alguna vez le iba a dar la razón al médico en su sugerencia de dejar el vicio. Usó el inhalador de emergencia que siempre llevaba en el bolsillo y miró atrás mientras rebuscaba las llaves con sus nerviosos y entumecidos dedos, la sombra no se veía por ningún lado. Todo estaba en silencio, salvo por su respiración agitada.
Apenas tuvo las dichosas llaves en la mano, subió al vehículo, arrojó la cámara al asiento del copiloto y trató de encajar la llave una y otra vez mientras miraba nerviosa por sobre su hombro. Cuando por fin lo consiguió, el bendito motor no se dignó a arrancar a la primera. En ese minuto deseó ser creyente para tener algún dios al cual rezarle. Casi como una señal divina, la campana de la vieja torre de la abadía sonó una vez y el auto decidió arrancar al escucharla.
Aceleró, manteniendo vigilada la retaguardia a través de los espejos. No se percibía ni movimiento ni luz alguna detrás, pero no iba a quedarse tranquila sino hasta estar lejos. Encendió otro cigarrillo, para calmar los nervios. Cristina iba a reprenderla por fumar en el auto ―también por ir hasta allí sola cuando le explicara por qué había fumado en el auto―, pero en ese minuto su tranquilidad era más importante.
Divisó las luces traseras de otro vehículo que iba muy por delante y al que perdió de vista pronto, supuso que llevaba incluso más prisa que ella. Así, dos millas después, estuvo convencida de que no la seguían y solo entonces pudo volver a respirar del todo. No sabía si estar agradecida o acojonada, había más de una leyenda urbana en torno a esa abadía y si no la seguía un vivo, fácil podía ser un muerto...
―¡Ridícula! No te vas a empezar a creer esos cuentos a esta edad ―se reprendió y le dio una última calada al cigarrillo antes de ahogarlo en el café para llevar que no se había bebido―. Una campanada ―murmuró pensativa. Entonces algo encajó―. ¡Esos críos! ―exclamó dando un golpe al volante. Negó con la cabeza―. Ah, te la hicieron buena, Sara. ―Echó a reír―. Querrán matar a algún profesor... Mientras no sea yo ―dijo entre risas―. Oh, si esas leyendas fueran ciertas la mitad de los docentes del campus estaríamos bajo tierra.
ESTÁS LEYENDO
Muerte al pecador #ONC2022
Mystery / ThrillerEl flash de la cámara y una campanada involucran a Sara, una historiadora local, en una leyenda urbana que cobra vidas. Las ruinas de Lake's Abbey son las únicas que conocen la explicación a la senda de muerte que se ha desatado con el llamado de su...