Carta N°3

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     Toda la tripulación —sin contar a los mencionados— se encuentra un poco preocupada por los fuertes vientos del huracán que atentan contra la nave, y por el encierro del Almirante; pero a esto último deben pensar que quiere recuperarse de su herida con tranquilidad. Pero obviando esas partes, estamos actuando con normalidad. Hoy día, estamos más cerca de la trampa enemiga de lo que esperaba, entre anteayer y ayer tuvimos un aumento de velocidad, no tiene ningún sentido el adelantar lo inevitable, los altos mandos debieron aprovechar nuestros últimos días al máximo, y no dejarnos morir antes de tiempo.

     Pero esa es mi opinión, no es como si me afecte a mí, el mentalizado escritor y narrador. Por eso mismo, continué mis labores de Mantenimiento en la nave como siempre, sin ninguna irregularidad. Que éstas constan de limpiar áreas, recargar municiones, tener en orden nuestras reservas de alimento y agua, arreglar cualquier avería y entre otras labores similares; hablaría sobre las otras divisiones, pero son irrelevantes para la carta.

     En mis tiempos libres, y cuando la nave va con lentitud o en el mar, salgo a la proa, tomo una buena bocanada de aire fresco y admiro los cielos, aún claros, sin tonos grises de tormentas o síntomas de vientos coléricos. Bastante satisfactorios y pacíficos de ver, deleitan mis pupilas con su hermosura radiante y celestial. En otro orden de ideas, también en esos ratos libres hago un vistazo al agua del océano, azulado y oscuro, contrastando con la claridad de las alturas. De vez en cuando, sobre las olas saladas logré divisar lo que parecían ser ballenas o delfines que nadaban a la par con nuestra embarcación, aunque, no pude evitar pensar que sabían sobre nuestro destino mortal. Recuerdo cómo aquellas ballenas chocaban sus aletas en el mar; otro miembro de mantenimiento dijo que jugaban entre ellas, pero yo lo interpreté que se despedían de nosotros.

     Bueno, obviando lo anterior, no hay muchas cosas interesantes o "aventuras" dentro del Pequeño Rey; más que las experiencias absurdas y aburridas de un cabo de mantenimiento que va de camino a casa, o se supone que debería ir. En cambio, la adrenalina invadió a mi organismo fue en el campo de batalla, cuando todas las flotas se unieron en un ataque coordinado al Imperio...Historia irrelevante e innecesaria para las cartas.

     Agradecería disponer de más tiempo para relatar mi vida diaria en esta pequeña nave, empero, la noche ha llegado, según mi reloj faltan pocos horas para la media noche, según mis cálculos ya debemos de estar en el punto de reunión. Ahora mismo yazgo sobre mi litera, todos en el camarote están durmiendo, si no supiese sobre el secreto del Teniente Landerz Yo me encontraría plácidamente descansando a estas horas de la noche, además que mi turno de limpieza es en la madrugada hasta la mañana del viernes, es decir dentro de poco tiempo. Pero, yo sé bien que ese amanecer nunca llegara ante mis ojos. Y hablando sobre ojos, los míos están dejando caer el telón, mis párpados se cierran inconscientemente. Descansaré unas horas, pronto comienza mi guardia de la noche, así que el cabo de turno vendrá a despertarme. Aunque, si fallezco antes de volver a abrir los ojos, consideraría a ese como uno de los mejores resultados a esta situación trágica, con las cartas concluidas y sin ningún dolor físico sufrido.


—Anónimo. 20 de febrero de 991.

Testamento del Cabo de MantenimientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora