Pasaron a una velocidad neutra por el centro del pintoresco y agreste Campos de Ceniza, un lugar que intentaba mantenerse a flote con maltrechas construcciones del siglo diecisiete, plantas de hoja dura amaneciendo entre los adoquines de la vereda y una pequeña plaza que no debía tener más de diez metros cuadrados de extensión. Una tormenta se acercaba y aún así los lugareños parecían acostumbrados a ese clima, porque las tiendas de aquel sitio estaban llenas de personas, los sitios recreativos, una tienda de té. Jimin era consciente de que era el nuevo vecino de todas esas personas que probablemente no tenían visitas desde hacía años, pero ¿por qué se esmeraban tanto en mirarlo de reojo, frunciendo el ceño, casi gruñendo en presencia del joven? Jeongguk saludaba mientras la motocicleta avanzaba a una velocidad prudente, los residentes le devolvían el saludo con miedo y respeto, aunque algunos ni se molestaban en hacerlo por la presencia del pelirrojo afirmado a él.
Era incómodo, y Jeongguk intentaba hacer el ambiente más grato con comentarios sutiles que a Jimin no le sentaron muy bien, o muy mal tampoco: estaba más pendiente de las miradas sucias y venenosas que recibía. Ni siquiera el viento que aullaba y los lejanos truenos lo pudieron asustar, porque los ojos de los pueblerinos querían quitarle la vida y estaba seguro de eso. Sólo cuando ya no estaban en el área central del pueblo pudo respirar con más calma, admirar las calles vacías y libres de personas que se quedasen juzgándolo.
En el área limítrofe del pueblo parecían vivir las personas adineradas, pues grandes terrenos con casas ostentosas, mansiones que antaño fueron modernas, sucias, abandonadas, otras completamente habitadas y mantenidas a perfección, decoraban ambos lados de la calle que parecía estar reparada recientemente, por la pintura chillona marcada sobre el asfalto. La motocicleta iba fluida y un poco más acelerada hasta que se detuvo frente a un gran terreno lleno de árboles, maleza y cuervos reunidos en sus grandes puertas de metal viejo.
Dándose cuenta de que esa parada era su destino, Jimin fue ahora quien frunció el ceño al apartarse torpemente del más alto para bajar de la motocicleta y acercarse a la entrada, el bello portón de metal oxidado siendo al parecer el sitio de descanso de esos cuervos y las enredaderas secas. No era un terreno moderno, y ocupaba gran parte de la cuadra. Jimin estaba seguro de que ese lugar tenía la última construcción en aquel lado de la calle.
Los árboles bailaban con el viento y subían por la hondonada, algunos secos y otros frondosos en tonos cálidos pero desaturados. Cantando con su voz chillona, los cuervos volaban, asustados por escuchar el motor de la motocicleta y los pasos de Jimin. El portón tenía las iniciales de su familia, una P y una H oxidadas que en antaño debieron estar perfectamente cuidadas. A la lejanía, pero regia y aún existente, una enorme mansión grisácea se alzaba entre los árboles. Se podía escuchar el agua de algún riachuelo correr por el costado, y el pelirrojo sintió que por fin estaba en presencia del recuerdo de su padre. Más que al verlo sobre la camilla, que ver cómo lo ingresaban a cremar, que vestir sus ropas. Había algo de ese lugar que le daba a entender que no tuvo cambio alguno durante años, y probablemente su padre estaría correteando en su niñez ante un terreno que reconocería hasta hacía unas semanas, cuando estaba vivo.
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EL PUEBLO DE LOS HORRORES 𐙚 病気 . GGUKMIN.
Fanfiction« Estoy perdido en este pueblo, lleno de sangre, cenizas y dolor. Lo único que me traje fue la muerte de mi padre. Jamás me he sentido tan inhumano como ahora ». Tras la misteriosa muerte de su padre, Jimin se muda a su pueblo de infancia, donde la...