Cuando llegaron a casa aquel día, a las seis de la tarde, comenzó a lloviznar. El ambiente tétrico que envolvía al hogar de los Jeon en esas situaciones parecía cada vez más escabroso conforme pasaban los minutos, en los que tanto el dueño de casa como su invitado decidieron no comer en la noche porque ya lo habían hecho a la hora del té. Entonces, Jeongguk le invitó a que leyeran juntos en la biblioteca de la casa. A Jimin se le hizo muy tierna la forma en que se lo pidió, entre azorado y emocionado, con los dedos detrás de su espalda. Quizás para ocultar el hecho de que estaba muy nervioso.
Así que ahora se hallaban repasando sus lecturas, cada uno en un sillón al frente del otro. Jeongguk se estiraba con las largas piernas cruzadas, recostado en el diván rojo Luis XVI, leyendo un título de Vladimir Nabokov que a Jimin no le gustaba mucho. Nabokov siempre fue demasiado extremo para él. A veces le causaba náuseas pasar sus ojos por las páginas plagadas de erotismo y crueldad. Aún recordaba haber leído las últimas páginas de «Lolita» a duras penas para tener un examen en la escuela, dando arcadas y sollozando imparablemente.
El libro que Jeongguk le había prestado, por otro lado, era gentil y le ayudaba a distraerse de lo que lo atormentaba. Un romance agradable y juvenil entre una muchacha misteriosa llamada Carmilla y su 'casera', la atemorizada Laura. Por el momento ambas se adoraban a pesar del terror que a veces se causaban, y Carmilla parecía ser una figura de romance y horror gótico que le provocaba mariposas en el estómago. Pensaba en jeongguk como su Carmilla, pero cuando se daba cuenta de ello se apresuraba a sacar esa idea de sus pensamientos.
» A veces, después de un largo período de indiferencia, mi extraña y bellísima amiga me cogía súbitamente la mano, estrechándomela con pasión. Se sonrojaba y me miraba con ojos ora lánguidos, ora de fuego. Su conducta era tan semejante a la de un enamorado, que me producía un intenso desasosiego. Deseaba evitarla, y al propio tiempo me dejaba dominar.
Jimin se sonrojaba junto a Carmilla, y luego miraba de reojo a Jeongguk, quien se recostaba como un rebelde y pasaba las páginas de su libro con suavidad. Apartaba los cabellos de su rostro, concentrado en las grotescas palabras de Nabokov tal cual si fueran poesía en prosa. El chico de tatuajes apretaba la mandíbula de vez en cuando con los ojos pegados a las hojas con aroma a libro nuevo, y Jimin sólo podía pensar en que había algo en él que le estaba encandilando más y más.
Ni siquiera recordaba los incidentes en los que Jeongjun expresó deseos homicidas en contra suyo.
» Carmilla me cogía entre sus brazos, me miraba intensamente a los ojos, sus labios ardientes recorrían mis mejillas con mil besos y, con un susurro apenas audible, me decía: «serás mía..., debes ser mía... tú y yo debemos ser una sola cosa, y para siempre.»
Se preguntaba por qué el más alto le había prestado el libro. Eso lo desconcentraba muchísimo, sonrojado pensaba en Jeongguk susurrándole aquellas palabras llenas de amor ardiente y sincero. Apenas se habían conocido hacía unas semanas, pero algo cálido se ahondaba en su pecho cada vez que le pensaba, que lo miraba y hablaba con él. Tenía la suavidad de la seda en su voz, en la mirada tan oscura que parecía ser negra, en la ternura de su sonrisa.
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EL PUEBLO DE LOS HORRORES 𐙚 病気 . GGUKMIN.
Fanfiction« Estoy perdido en este pueblo, lleno de sangre, cenizas y dolor. Lo único que me traje fue la muerte de mi padre. Jamás me he sentido tan inhumano como ahora ». Tras la misteriosa muerte de su padre, Jimin se muda a su pueblo de infancia, donde la...