Cuentos de un Mapache

Salto

🍂

— ¿Sueñas?

— ¿So-soñar? – logra articular a través de lo desorientado y somnoliento que se encuentra. Sus dedos manchados de barro y aserrín le confunden, y mucho más las figuras que revolotean sobre él. 

— ¿Sueñas? – musitan cada dos por tres las y los oniros a aquel cuerpo masculino, a aquella figura adánica que reposa bajo la sombra del árbol grande del bosque. 

— ¿Quiénes son ustedes? – su cuerpo se siente pesado, no lo comprende. Con dificultad logra alzar uno de sus brazos, el derecho, e intenta alcanzar a uno de las y los oniros, están lejos, más de lo que pensó. Entonces, pensó – ¿Dónde estoy?

No hubo respuesta, tampoco hubo ningún ruido. Solo el viento, las hojas moviéndose con este y su respiración. ¿Acaso había imaginado esas voces?, ¿había inventado esas figuras? Pensar en ello tardó menos que nada, sentía su cuerpo adormecido y también adolorido. Parecía ser de la tarde, pero la luz que recibía de entre los árboles era todo menos cálida. Misterioso lugar silencioso en el que ha despertado. Sus fuerzas flaquean mientras intenta levantarse, es allí que nota la desnudez de su cuerpo, el porqué de la luz fría al tacto, ¿o debería la luz ser cálida en realidad?, él no lo recordaba y no considero que fuese importante. 

Está demás mencionar que no recuerda su identidad, y ello tampoco pareció causar curiosidad en él, más era aquel deseo de cubrir su desnudez lo más pronto posible con algo, ¿pensaba en ropa? La noción de ésta, quizá. Sus pisadas ligeras y endebles pronto se tornaron en leves saltos. Alejado cada vez más del árbol grande del bosque, es cuando encuentra el cadáver humeante de un gigante. Con sigilo y miedo se acerca, lo rodea y finalmente le toca uno de sus huesos que sobresalen. Al tacto, aparece un pensamiento, o quizá una memoria, que como un rayo desaparece casi al instante, dejando solo una sensación de tristeza, de soledad.

— ¿Quién eras?, ¿Quién soy? – susurró para sí mismo. 

El hueso cedió ante el peso del joven, o por cosas del destino, es igual, él terminó en lo profundo de aquel cadáver humeante. Allí encontró, entonces, lo que buscaba, un overol de color verde pasto, el cual tenía una placa con un nombre.

— ¿Adán? 

Una vez vestido salió entre las heridas humeantes, se alejó de allí entre pasos leves y saltos cortos. Ahora tenía un nombre, al menos hasta que recordase el suyo. ¿Adán?, entonces, sintió el silencio como lo que es o puede llegar a ser, algo incómodo, algo para llorar, algo desconcertante. El "¿Quién soy?" arañaba su piel y entrañas de una manera insana. Sin recuerdos, sin palabras familiares o un nombre, todo un vacío, ¿el olvido absoluto? Tal vez. Y allí, un pensamiento sin palabras se hizo presente en aquella mente, sin comprender muy bien aquello, se sorprende al ver que ha iniciado una caminata que lo aleja aún más del cadáver humeante y mucho más del árbol grande del bosque. 

Así, sin más, ¿Adán? llega al borde de aquel bosque extraño, frente a él se encuentra un vacío entero, oscuro y profundo. Nada, eso era. El sentimiento, la sensación se hace más grande, es asfixiante, perturbante. Nuevamente, un deseo, una idea empieza a calar en su cabeza y para cuando logra entenderla, ya daba pasos hacia dentro del bosque. ¿Adán?, entonces, se detuvo a pensar, se cuestionó todo su accionar desde que despertó y notó que sus acciones hasta ese instante carecían de sentido. Impulsado por ésto, giró y corrió de vuelta hacia el borde del bosque, lo hizo tan rápido para no dar oportunidad a detenerse o que alguna idea apareciera sobre su cuerpo. ¿Adán? salto al vacío, salto a Nada, y cuál aguja en un pajar, se perdió en aquel lugar oscuro. La única evidencia de su estancia en aquel bosque, eran alguna cuantas motas de aserrín y barro, y claro, la estela de A y H que pronto serían parte de Nada.

...
🍂