𝑬𝒏 𝒍𝒍𝒂𝒎𝒂𝒔

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Hace frío al caminar bajo el manto nocturno, casi puedo decir que hacerlo tiene otro color, otro significado, y digo casi, porque es importante mencionar un detalle antes de sacar conclusiones sobre ésto. Quiero decir, en este instante estoy ebrio. Muy ebrio. Bueno, quizás no tan ebrio. Y Alex a mi lado también lo está, ¿O está drogado? Realmente no lo sé y creo que tampoco me importa demasiado, se ve tan sexy en esa bermuda beige, en esa camisa de flores azules medio abierta, esos brazos, esa boca… ¡Diablo, ¿Qué mierda estoy pensando?! Muerdo mi labio en un torpe intento de aguantar la calentura que ha surgido. Alex me ve, se ve diferente y estoy demasiado atontado y excitado cómo para indagar en el porqué de ello. Lo que sí logró pensar, es que quizás, todos los que deambulan por las calles de la vieja ciudad, también están ebrios y arrechos. Alex se acerca a mí, sé lo que va a decir.

— Dicen que a esta hora sale la llorona, hey – su brazo me obliga a pegarme a su cuerpo. 

Su aroma me atonta, no demasiado para articular una respuesta – No seas tarado – lo golpeó en el estómago, él actúa como que lo he hecho con fuerza – No voy a caer en ese juego.

— Entonces deberías caer en mis brazos y besarme – lo dice en mi oído, suave y ronco, su aliento a alcohol eriza mi piel.

— Ta… Tampoco caeré en eso, hetero idiota.

Ambos reímos, no sé si por un rato largo o uno corto, pero ambos reímos y lo que haya durado eso, apenas me calmaba del ataque de risa cuando sentí sus brazos rodeando, no, aprisionando mi cuerpo. Tardé algo en darme cuenta de que nuestros rostros estaban muy juntos y antes de que pueda decir o hacer algo, él me besa y es un beso terrible. Es un beso veloz, descontrolado, sin ritmo, atolondrado. Sencillamente, fatal. Me suelta, retrocedo unos pasos, y al mirarlo, ambos volvemos a reír, pero muy duro. Ambos sabemos que ha sido un beso terrible. Cuando estamos más tranquilos, seguimos nuestro camino en silencio, y realmente se siente distinto caminar de noche, y sigo sin saber si es por la ebriedad o porque en realidad si es así.

— Creo que puede ser mejor – dice mucho después.

— Si, yo también lo creo.

Tomo su mano y lo jalo hacia mí, él se muerde el labio, creo que es obvio lo que pasará. Le beso lento y lo guío, toda la bulla que él había hecho, la dirijo y convierto en una sinfonía hermosa que progresivamente escala, y escala, y escala. Puedo sentir su bulto crecido, estoy seguro que él siente el mío, dos erecciones aprisionadas en nuestro beso, y éste sigue escalando, y escala. Su camisa queda abierta, puedo apretar sus tetillas y él tiene su mano en mi cuello. Todo sigue escalando, y escalando. Estamos en llamas, el beso, nuestras manos, nuestros bultos, quiero que nos consuma pero él se detiene. Sigo en llamas, él avanza. En llamas lo sigo, en llamas volvemos al silencio. 

— Me ha gustado – dice mucho después, tiene esa sonrisa en su jodido rostro.

— ¿Es la primera vez que besas a otro chico? – conozco la respuesta. 

— Si.

— ¿Y te ha gustado? 

— Mucho – para este punto, estamos demasiado cerca y tengo poca calma, sigo en llamas. 

— ¿Lo hacemos de nuevo?

No hay más palabras, solo beso tras beso y así. Su camisa se pierde entre todo lo nuestro, sus manos ascienden, descienden, y mi ropa también se pierde entre todo eso. Todo tiene un toque mágico, irreal, es excitante. Termina un beso, abro mis ojos y él está por terminar de quitarme lo que aún cubre mi cuerpo. Algo sucede, un ruido, la calle se desdibuja, ¿Estoy por perder el conocimiento? No, es algo más. Vuelve a besarme, no logro sentir sus labios. Los colores pierden saturación, las casas viejas pierden firmeza y rigidez. Todo pierde enfoque, el manto nocturno se oscurece y esa oscuridad se traga todo lo demás. Quedó en medio de eso, excitado. Seguido, siento la pesadez de la mañana, la ceguera matutina y escuchó mis bostezos. Se trató de otro jodido sueño.

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Cuentos de un MapacheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora