|• Parte • 1 •|

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R-18.

Mordió la punta de su bolígrafo y continuó con la mirada fuera del salón de clase, viendo la cancha de atletismo donde dos personas lideraban a los demás alumnos mientras su clase poco a poco iba quedando en segundo plano

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Mordió la punta de su bolígrafo y continuó con la mirada fuera del salón de clase, viendo la cancha de atletismo donde dos personas lideraban a los demás alumnos mientras su clase poco a poco iba quedando en segundo plano. Recargó su rostro sobre la palma de su mano, desvió la mirada frente a su pupitre y empezó a garabatear un montón de círculos sobre una de las esquinas de su libreta. Después, como un magneto, regresó a la clase de educación física.

Suspiró agobiado, derrotado incluso, pero ya no quería seguir tratando de fingir atención a su clase, pues sabía de sobra que se desviaría a la ventana para seguir idolatrando mentalmente a la persona de la que estaba enamorado.

«Ah, por dios, no pienses en eso, Choromatsu». Se regañó mentalmente, pero ni por eso retiró su mirada verduzca y en cambio solo empezó a dibujar un montón de corazones deformados. Ya había intentado, cuando menos, unas quince veces en regresar su atención a su clase, pero no había logrado nada ni una sola vez.

Choromatsu lo sabía, pero no quería admitirlo y no quería decirlo porque hacerlo implicaría aceptar que es cierto y lo que menos quería era tener problemas, pero alguien lo traía colgando de un ala haciéndolo parecer un estúpido enamorado —que de hecho lo era—. Él sabía que no había nada de normal en admirarlo de más, no cabía en lo éticamente correcto sentirse atraído por la constitución física de su hermano que cambiaba a una más varonil y mucho menos era normal excitarse por la voz gruesa, susurrante y arrastrada de Karamatsu. Sabía que había algo extraño en él y, por más que dijera que estaba incómodo con ese hecho, la realidad es que lo disfrutaba como si se sintiera atraído por una chica de senos grandes y caderas anchas.

El tercer hermano realmente estaba metido en un gran problema. Si así era su vida de adolescente, no quería ni pensar en cómo sería su vida de adulto. Seguramente le iría peor que ahora.

No sabe con exactitud cuándo empezó a sentirse fascinado, solo está seguro que un día sintió un escalofrío recorrerle la espalda porque Karamatsu habló sobre su oído por quién-sabe-cuál razón y cuando menos se lo esperó tenía un bulto sobre sus pantalones. Si bien anteriormente ya había tenido su primer sueño húmedo y había probado masturbarse en incontables ocasiones, esa vez fue muy diferente porque descubrió varias cosas que un adolescente hormonal como él no pensaría. No quería recordar en lo que hizo —se hizo— en la soledad de la noche mientras el objeto de su lujuria dormía inocentemente en el futón, pero siempre recordaba ese día porque fue el parteaguas de sus inclinaciones sexuales y porque descubrió su insana atracción.

Decía que era insana porque no solo descubrió que Karamatsu le atraía sexualmente, sino que además le atraía de manera romántica...

La mayoría del tiempo se sentía culpable por enamorarse de su propio hermano, pero cuando menos se daba cuenta ya estaba viéndolo como si fuera la cosa más preciosa del universo y procedía a seguirlo como un cachorro para demostrarle cuánto lo adoraba —igual que Totty lo hacía con él, solo que con un objetivo diferente—. No era culpa de su hermano que Choromatsu tuviera una fisionomía rara que reaccionaba solamente a su voz y sus roces casuales o que se sintiera asquerosamente cautivado por la timidez que lo envolvía, pero a veces Choromatsu no podía negar que le echaba la culpa por existir.

Agua de limón || KaraChoro(+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora