llantos a la medianoche, gruñidos al amanecer, no hay sol ni abrazos que calmen al arisco gato que huye de todo ser.
Mi coraza no está atada, pero no puedo deambular más allá de la línea que marca mi reino. Mis ócelos descansan de la inquietante llamarada nocturna y cuando se abren se han deslizado meses que no logro ni contar. Es el precio de la idiotez.
La noche me golpea, el mar dispara y las paredes me molestan, no hay forma de rebobinar el disco en este universo incomprendido, mi alma está intacta de las bestias pero lesa es mi cabeza pedaleante frente a la muchedumbre.
Un enemigo ciego escucha los pasos de la felicidad, es el primero en dudar quién es el verdadero mal.
Las paredes no me responden, pero qué han de responder si mi voz carece de escencia, la he perdido en el camino, camino sin retorno donde mis pisadas se han enredado y me he perdido entre arbustos de neblina.
Años acogida de estas paredes bandalisadas he conversado con una caja a reventar, es la única con la que puedo divagar sin hablar.
Dos sombras me llaman fuera del reino, asoman la cabeza cruzando la línea, mi cuello se retuerce al mirarlos, alguien los conoce, otro se encarga de olvidarlos.
Camino sobre un círculo imaginario donde el descaro se ha manchado, se expande como la marea del puerto a quince minutos. Tal cual lo hará alguna vez el océano entero, el descaro se desborda y me dispara los nervios noche tras noche.
Las sombras ya no llaman, creo que una de ellas se ha desmoronado entre rosas, la otra solloza entre basura, pero ni yo ni las paredes conocen los sucesos, el enemigo ciego ha estado agudizándose los tímpanos.
Mi reino está marchito, mi piel se quebranta como porcelana, hace tiempo no se destruye de tal manera, el mar vuelve a disparar.
Parpadeo una luna llena, cuando elevo los parpados, ella sigue ahí, después el sol no volvió a salir nunca más.
La sombra no me llama como cuando estaba la otra, la caja en mi reino a dejado de funcionar, el descaro se ha secado, las paredes analizan mi vida entera, es fácil hacerlo, viviendo en la esquina de mi reino, con la piel en el frío del suelo y el enemigo devorándome la única parte intacta que era mía, mi alma alabada.
Ahogada en la nada, no pude entregarme a nadie, paredes que el aguila forjó a una tercera sombra desvanecida a la entrada del mundo, gracias por guardar mi océano turbulento a las noches, por responder mis palabras mudas, prometí salvarme, hubiera ido en busca de mi voz cuando mi cuerpo empezó a marchitarse, cuando mi cabeza comenzó a safarse.
Escuché que han invadido mi reino, por primera vez las paredes se burlan de mí, el enemigo que me ha devorado el alma era tan solo yo, las paredes eran la cegera que me retenía las extremidades. Hubiera deseado recuperar mi perdida voz para pedir perdón pero mi cronometro se detuvo, como los latidos de mi corazón, sentada en la esquina del reino, amada de donde no pudieron verme, despreciaba en donde pudieron tocarme.
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cuerpo marginado, alma alabada
Poesiayo y las paredes de mi habitación, analizándonos hundidas en el silencio de la inocencia. 2022 © aurasgrises