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Un día, Mafumafu recibió una nota anónima, escondida en el bolso que llevaba a clases de baile.
«No soy de hacer esto, no te lo tomes mal.
Quería decirte que bailas hermoso.
Lástima que sea un solo triste, sería más hermoso si te viera sonreír.
También es hermoso.
Te admiro muchísimo.>>
Sus mejillas se tiñeron de rojo y sus ojos se abrieron ampliamente, y lo primero que se preguntó fue quién era aquel misterioso.
— Amatsuki —dijo Soraru, apareciendo a su lado de la nada y haciendo que pegara un salto—. Alto, cabello castaño, muy marcado —Soraru asintió, relamiendo sus labios—. Yo que tú le hago caso.
Mafumafu tenía el rostro muy caliente ahora, había visto a ese chico que siempre llevaba su cabello revuelto y medio ondulado, tenía un cuerpo que envidiaría cualquiera y una sonrisa encantadora, iba en el turno anterior a su clase y sólo habían cruzado un saludo amable mientras él se marchaba y Mafumafu entraba al estudio.
— Soraru... Ya te dije que no iba a salir con hombres de nuevo —el pelinegro negó.
— Mafumafu, eres un asco para las mujeres —dijo Soraru sin un gramo de sutileza.
— Soy un asco para el amor en general —corrigió el menor.
— A ver, Mafumafu, te gustan los hombres, ¿qué problema hay? Ve y ámalos, hay muchos hombres que también aman a hombres, ¿Estás en una fase heterosexual o algo?
Mafumafu suspiró con cansancio y rodó los ojos.
— El único hombre que ame en mi vida es y serás tú —dijo, mirándolo, los ojos gatunos de Soraru se abrieron un poco de más y un ligero rubor apareció en sus mejillas—. Temo que cualquier otro hombre me haga acordar de ti, pero es peor que eso porque cualquier otra persona me hace pensar en ti, Soraru.
Camino de forma silenciosa hacia él, Soraru no se apartó, lo miró sin decir nada.
— Porque ni hay ni habrá nadie después de ti, y porque aún te amo y a pesar de todo no quieres volver conmigo y nunca volverás, pero por algo sigues aquí, ¿No?
— Mafumafu, no-
— Me amas también —afirmó el menor.
Soraru rió con algo de vergüenza.
— Claro que te amo, Mafumafu, ¿Quién no te amaría?
— Ya sabes de qué forma me amas, Soraru —dijo el menor, para que él no le restara importancia—. Sabes que me amas como yo.
El pelinegro se mantuvo sin palabras, Mafumafu se inclinó hacia él para unir sus labios en un beso suave, Soraru cerró sus ojos y disfrutó del contacto, no hubo mucho movimiento ni muchos gestos por parte de ninguno, fue solo una unión de varios segundos, sin nada más.
Mafumafu lo empezó y lo terminó, se separó para mirarlo con cierta pena.
— La próxima clase, vendré antes para ver a este tal Amatsuki.
Y eso fue lo que más le dolió a Soraru, a ambos en realidad, pero fue uno de los momentos claves que lo hacían sentir que en verdad, no tenía nada que hacer allí.
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