El humeante vapor emergía de la taza blanca que reposaba sobre la cuadrada mesa de madera, ubicada en el medio del comedor. Miré el reloj de pulsera que descansaba en mi muñeca mientras daba un sorbo al espeso y oscuro líquido "7:20 a.m". El timbre debía estar por sonar... En efecto, se escuchó el sonido de este.
Levantándome de la silla me encamino hacia la puerta negra que impedía la entrada a mi intimidad. Mientras abría escucho su voz tan familiar.
- ¡Buenos días! - saluda efusivamente la mujer detrás de la puerta, mientras se abalanzaba sobre mi para abrazarme.- Solo llegué 10 minutos tarde; tu papá, como siempre toma, caminos con mayor tráfico-exclama mientras terminada de cruzar el umbral y se despojaba de su abrigo.- ¡Y que dé gracias al cielo que hoy me desperté de buen humor, porque sino..!
-Está bien mamá-interrumpí su monólogo- No es tan tarde; además a papá le gusta pasar tiempo contigo, sigue siendo un romántico sin remedio-dije mientras le dedicaba una pequeña sonrisa y nos dirigimos a la cocina.
-Lo sé-asegura rápidamente- No pude haber escogido mejor hombre.
-Ya lo creo- suspiro.
No pude evitar rememorar todas las ocasiones en las que comprobé que mis padres están plenamente enamorados; no parecía ser algo efímero, en verdad su amor era un sentimiento sólido y perdurable; así fuera azotado por un huracán no se desmoronaba, solo podía agrietarse, pero ambos trataban de repararlo lo más rápido posible para evitar que se destruyera. Era impresionante cómo, aún sin palabras, su amor se dejaba entrever en sus miradas y podía sentirse en el ambiente.
- ¿No desayunarás?-interroga sacándome de mis pensamientos, mientras lanzaba una mirada reprobatoria a la taza que reposaba en la mesa.
-Debo correr hacia el estudio, también tengo algunas reuniones y trabajo pendiente- le explico.- Me aseguraré de tomar algo en el camino.- digo apresuradamente ante la mirada reprobatoria que me lanza.
-Esa promesa me la sé de memoria, así como también sé que no te asegurarás siquiera de visitar un café.- demanda.- No te dejaré ir con las manos vacías.
-Mamá, necesito correr y...
- ¡Sin chistar Jane! - me interrumpe.- No soy una mala madre para dejarte ir con el estómago rugiendo y que piensen que no te alimento- dramatiza.
-Nadie pensará nada, mamá.
- ¡Eso tú no lo sabes! Acepta una comida de esta pobre anciana, te aseguro que no soy la de Blancanieves; no desconfíes de mí, mujer. - su comentario solo hizo que me replanteara sí verdaderamente tenía la edad que decía.- Jannie, soy una mujer débil que no tiene fuerzas para pelear, solo acepta.
Abrí mis ojos con indignación mientras escuchaba las palabras de mi madre.
- ¿Cómo dices? -pregunto extasiada ante sus ocurrencias.
-Bueno hija.- se acerca más a mi- alguien tiene que darle sazón a tu día y me niego a no ser la primera persona en hacerlo- dice mientras me da un beso en la cabeza- Ahora, ve a prepararla- termina la conversación y se aleja para ir hacia la puerta del frigorífico y adentrarse en él y buscar algo para preparar.}
Sazón... ¡Ya lo creo!
Mi madre, Agatha Betancourt, siempre ha sido una chispa de alegría en mi vida y la de mi familia. Sus ocurrencias y dramatismo le caracterizaban, junto con su dulzura y comprensión.
Como madre había sido el apoyo imprescindible que necesité durante mi infancia y adolescencia, y aún, en mi etapa adulta, continuaba siéndolo. Agradecía a la vida por darme a una progenitora tan llena de energía y vivaz.Me acerqué a la tercera habitación con su puerta color salmón y decorada con estampas de animalitos Abro despacio sin intención de hacer rechinar la puerta, dirijo mi mirada en la cama y está vacía.
- ¡Em! - le llamo al ver sus sábanas revueltas- ¿Estás en el baño?
La puerta del baño se abre y aparece con su cabello revuelto y lanzando un bostezo, me mira con sus ojos adormilados.
-Buenos días- me sonríe-Necesitaba ir al baño, ¿es hora de prepararme? - pregunta mientras se subía de nuevo a la cama.
-Así es, ya es momento de empezar a prepararte para ir al Jardín- deposito un beso en su pequeña cabeza- Buenos días renacuajito.
- ¡Mami, no soy un renacuajo! No me quiero convertir en rana.
-Lo harás, te convertirás en una pequeña ranita y el Sol se reirá de ti si no te bañas.
-El señor Sol es mi amigo, no me convertirá en rana; además, hemos hecho una promesa- puntualiza.
- ¿Hiciste una promesa con el señor Sol para levantarte más tarde?
Rápidamente la niña mueve su cabeza para confirmar. - Sí, es una promesa entre ambos, yo no le reclamaré en el día por quemarme y él no se reirá de mí, así que estamos bien.
-Es un trato ingenioso y muy justo, a mi parecer- le aseguro- Entonces hay que ir a bañarnos para evitar romperlo.
-Vamos mami, no puedo romper mi promesa- dice mientras baja de su cama y se encaminaba al baño.
Treinta minutos más tarde Emma y yo nos despedimos de la abuela Aggie, como la llama mi hija.
- ¡Jannie!- grita mi madre desde el umbral de la puerta- No quiero que regales la comida. Te la terminas, señorita.- sentencia
-No te preocupes mamá, me aseguraré de que mi estómago sea el único que la reciba- le digo mientras arreglaba el uniforme de Em. - Cuídate mucho, te amo mamá- me despido para encaminarme con Emma por el pasillo del edificio.
En poco tiempo llegamos al Jardín, Em siempre se mostraba entusiasmada por juntarse con sus amiguitos de nuevo y por compartir con sus maestras.
-Bueno Em, ya sabes debes portarte bien y obedecer a tus profesoras- le digo al estar frente del portón celeste del colegio, en donde una maestra muy agradable solía recibir a los niños del Jardín- Tía Hedda dijo que pasaría por ti, va a encaminarte hacia el edificio y la abuela estará esperándote.
-Sí mami, no te preocupes. Sé cuidarme sola- asegura mi niña.
-Yo sé que sí Em, pero no está de más tomar precauciones- Me agacho a su altura para darle un abrazo y un beso- Te amo, nos vemos en casa, cuídate.
-También te amo mamá, hasta pronto- toma su lonchera y se encamina hacia la entrada, desapareciendo en el patio del lugar.
La maestra de la entrada me saluda, y hago lo mismo para luego dirigirme al otro lado de la calle, donde está mi automóvil. Mientras cierro la puerta el teléfono comienza a alertarme que alguien me llama con urgencia.
-Diga. -Respondo a través del teléfono.
-Jannie, sé que vienes en camino, pero es algo de vida o muerte. -Exclama la voz a través del auricular
-Hedda, cálmate, ¿qué sucede?
-Tenemos un problema con la sesión fotográfica del lanzamiento de maquillaje del jueves pasado. -Dice en tono desesperado.
- ¿Qué? - Eso no sonaba nada bien.
-¡Se perdió todo, todo Jannie! -Exclama casi al borde del llanto.
No. Eso no sonaba nada bien. Las fotografías debían estar respaldadas. Tenía que darme prisa para llegar al estudio y solucionar el problema lo antes posible.
El día no iba a ser tan calmado como había planeado, al menos mi madre lo había presentido y me preparó comida abundante como si mi destino fuera un campamento y no el estudio.
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Decisión Mía.
Roman d'amourDECISIÓN MÍA Una decisión unilateral les llevó hacia rumbos diferentes. No todos los caminos se cruzan entre sí, pero el destino es juguetón e impredecible.