Capítulo II

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El regreso de la señorita Jobes.

La chica más despampanante que hubo conocido Nerea a lo largo de su vida arribó a su lugar de trabajo. Ella permanecía con la cabeza gacha detrás del mostrador, haciendo cuentas, cumpliendo con su oficio, el cual no le bastaban los improperios para maldecir.

La apabullante presencia irrumpió en el local, Josephine; su heroína. Si tuviese que explicar los motivos por los cuales Nerea la llamaba así, se haría una eterna cuenta.

— ¡Nerea querida!

Corrió Josephine a sus brazos, los cuales la envolvieron con el mostrador de por medio.

— ¡Oh Josephine! Por fin juntas. Te he echado tantísimo de menos.

No ocultó en absoluto su entusiasmo gracias a su reencuentro. Y se moría porque su amiga le contara las locuras que había vivido en Londres. Estaba segura de que no habrían sido pocas.

— He llegado hace tan sólo una hora. Pasé por casa a dejar el equipaje y de inmediato me vine a hacerte la vida imposible, uno de mis más anhelados hobbies.

Se burló la recién llegada mientras le pegó una palmadita en el hombro a la otra, cuyos ojos irradiaban contentura.

El último cliente que se hallaba dentro de la cafetería acababa de abandonar el local y la camarera se precipitó a ocupar una mesa junto a su amiga, pues estaba ansiosa por comenzar a chismorrear.

— Bueno, no te ahorres detalles, cuéntame todo lo que has hecho — dijo Nerea, esperando a morirse de envidia.

— La verdad ha sido bastante aburrido, no he tenido chance para arrasar con Londres. He estado toda la semana de aquí para allá detrás de mi padre, y cada que recuerdo que su estúpida asistente no me permitió salir de su lado un instante quisiera estrangularla — se quejó esta, dibujando círculos sobre la mesa con la uña, como algún entretenimiento—. De reunión en reunión me he pasado el viaje. ¿Puede haber algo más decepcionante? — refunfuñó Josephine indignada.

«Eso, pregúntamelo a mí y te daré la respuesta», pensó la otra.

— Pues te sería sincera, y te hablaría un poco de mi monótona y miserable vida, pero para no arruinar la charla y ponerme a llorar a moco tendido mejor te cedo la razón.

Bromeó; aunque estaba segura de que no pudo ser más determinativa al otorgar tales adjetivos como monótona y miserable a eso que aún llamaba vida.

— Te he dicho mil veces que te vengas a vivir conmigo, a mi padre no le molestaría para nada — Josephine volvió a compadecerse de Nerea.

— Jo, no pretendo que me soluciones la vida, es algo de lo que me tengo que encargar yo y, además, ya sabes que no puedo dejar a mi madre — le explicó ella por enésima vez, la misma cantidad incontable de veces que había recibido esa propuesta.

— Está bien — se resignó—. Pero bueno, he venido a hacerte una invitación, y ésta sí que no la puedes rechazar — dijo sin concretar el tema, dejándola en ascuas.

— ¿Y de qué se trata?

— Bueno, han abierto un nuevo club nocturno en la ciudad, Oasis se llama, según he buscado en internet es de primera categoría, muy refinado, y la zona VIP tiene piscina y vista al mar — contó sin ahorrar saliva en detalles—. Así que tú y yo esta noche nos pasaremos por ahí. ¡Lo vas a dar todo, perra! — exclamó la alocada Jo, en voz tan alta como si el jefe de Nerea no pudiera escucharla desde dentro.

— Pues sí. Me parece estupendo, la verdad es que necesito desconectar — dijo accediendo a su propuesta, aunque más que propuesta debía tomárselo como una orden, pues esta chica no aceptaría un no como respuesta—. Sólo espero que a Adam le parezca bien — he aquí el "pero".

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