Prólogo

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Quizás la historia que les voy a contar a través de estas líneas no les resulte muy peculiar, pero ese no es mi objetivo, sino sumergirme y sumergirles en los anhelos de una chica ambiciosa.
Ésta siempre lo fue, y cuando debía caracterizarse, era el primer adjetivo que añadía a su autodescripción, ya que para ella suponía un orgullo ser ambiciosa, astuta y mentalmente indestructible.
Solía plantearse sus metas, sus propias reglas, en su propio juego, y entre muchas cualidades era una ególatra insufrible.
Siempre murió por amar y ser amada al borde de la más exquisita locura, y un día sin más, conoció al chico con el que sus aspiraciones de chiquilla que aún creía en cuentos de hadas se hicieron realidad. Pero era una inexperta en todo el sentido que ofrece la palabra, así que luego de muchos meses se dio cuenta de que aquel amor consumidor, porque lo era, era un desafío total respecto a todo; no le brindaría lo que para ella suponía felicidad.
Entonces, quiso más, y se mantuvo en una indecisión insoportable sobre lo que realmente quería en su vida y para su vida. Y es que aquel amorío lleno de varios aspectos no estaba del todo resuelto a su parecer. Según su simple perspectiva faltaba algo. ¿Qué era? Pues tal como mencioné antes, era muy sencillo, las dos fuerzas por las cuales se mueve el mundo, dinero y placer.
He de decir para mantenerles al tanto, que sexo en su relación había, sólo que de éste no disfrutaba más que él, su novio, el supuesto gran amor de su vida.
Y el problema no es que fuera un insulso sin remedio o algo así, porque era bueno en la cama en superlativo, por lo que ella determinó sin error que el problema no era él, sino sí misma.
Si tuviera que contar los indefinibles orgasmos fingidos se me haría tremendamente imposible, pues en dos años de relación hubo mucho sexo, y eso implicaba millones de orgasmos falsos, aunque muy bien interpretados.
La continua pregunta que se planteaba era: ¿Debo buscar algo más? ¿Debo experimentar sensaciones nuevas con personas nuevas?
Y la respuesta que incesablemente abatía su cerebro era; sí, ve a por esa nueva aventura en la que conozcas lo que es el verdadero placer, pero por otro lado su abnegado corazón gritaba, no. Lo amas, eso es suficiente. Y cómo no mentar a su ambición descontrolada y su ególatra personalidad, ellas vociferaban con desespero, te mereces una vida de lujos en la que el dinero protagonice todos tus días.
Así que la incógnita era.
¿Se puede tener todo en la vida?
Amor, dinero y placer.
Ella pensaba:
— Yo creo que sí.

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