Capítulo III

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En la boca del lobo.

Habían pasado varias horas desde que Adam decidió volverse a casa, al parecer la intuición de su novia conocía perfectamente su genuino carácter. «¡Oh Adam! Tú siempre tan bueno para entorpecer mis anhelos y a la vez hacerte anhelar».

Se encontraba tumbada en un estupendo sofá de piel que poseía un valor vasto en lo que sentimentalmente respecta, y es que fue uno de los pocos recuerdos que dejó su abuela al fallecer, su madre apenas dejaba que se le arrimara una mota de polvo, sí, Ruth Donovan era de las típicas señoras que de vez en cuando confundían su casa con un anticuario.

— Nerea, ya he vuelto.

Cerró la puerta justo al concluir la frase.

En cuanto se aproximó al salón y comprobó que su hija no estaba en su habitación se dio cuenta de que algo no iba bien.

— ¿Dónde está Adam? — preguntó.

— Supongo que en su casa — contestó, sabiendo que luego de que le contase el altercado con su novio vendría un sermón.

— ¿Qué ha pasado? Creí que se quedaría en casa, al menos es lo que hace siempre que sale del trabajo ─ continuó indagando.

— Mamá, hemos discutido.

— Oh, vaya. ¿Por qué?

Ruth era genial para entrometerse en los asuntos de su "pequeña", sobre todo porque sin rodeo ni disimulo alguno esperaba ser enterada.

— Josephine ha regresado de Londres y me ha pedido que salga esta noche con ella, ya te puedes imaginar cómo se ha puesto.

— Josephine es una gran chica — comentó mientras ponía las bolsas sobre la encimera luego de desplazarse hasta la cocina—. Nunca he comprendido por qué se llevan tan mal. Al menos él no le tiene mucho aprecio ─ se rio de su propio comentario.

— Bueno, Adam considera que es una mala influencia para mí.

— Claro que no. Josephine hizo la universidad, se ha graduado y supongo que si no ejerce es porque no tiene necesidad. Disfruta la vida a su manera, y pues, que lo hagan quienes pueden.

A Nerea le encantaba escuchar a su mamá defender a Josephine. También sería el colmo que su madre y su novio detestasen a su única y mejor amiga.

— Sí, él lo sabe bien... En fin, mamá, da igual lo que crea Adam, es un celoso compulsivo — dijo sin más, e intentando no cederle demasiada importancia al tema.

— Cariño, pero deberías arreglarlo con él, ¿o es que ya no le quieres? — inquirió una vez más.

— Sí le quiero mamá, pero es que... — suspendió sus explicaciones pues sabía que si explicaba sus traumas respecto a la relación terminaría pasado mañana—. No importa, me voy a la ducha, ya tengo que arreglarme.

Subió las escaleras en lo que su madre se preparaba para hacer la cena.

Recibió un mensaje y cuando cogió el teléfono se dio cuenta de que Josephine la echaba de menos.

<<Ya estoy lista. Te estoy esperando abajo. Date prisa>>

Echó un vistazo a través de la ventana de su habitación y Jo acababa de salir del coche. La paciencia no era una de sus virtudes precisamente.

Se puso un top de tirantes con estampado de tablero de ajedrez, el cual combinó con una falda tubo de color negra. Unos zapatos a juego con el top de estilo puntiagudos y mientras terminaba de tomar un bolso Channel, el cual le había regalado Josephine, ésta entró por la puerta.

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