Prólogo

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No entendía qué hacía aquí, esto era ridículo, no me llevaría a nada, al fin y al cabo esta persona solo será otro de los psicópatas de este sitio y estaba jugando conmigo.

Cuando llegue a la azotea del ala izquierda como acordamos; estaba vacía, ni un alma, estaba empezando a pensar que era todo una broma cuando una silueta negra me pasó por al lado, era él, la misma persona que había visto en esa celda días atrás, le reconocí por la ropa negra y la forma de su cuerpo.

—Hola— anuncié, cautelosa y en voz baja, esas personas podían llegar a ser muy peligrosas pero si realmente él tenía respuestas a mis preguntas, yo las iba a conseguir.

Pasados unos segundos se giró hacia mí, llevaba tapada la cara, ¿qué le pasaba a este tío?, ¿en que momento te conviertes en alguien así?

—¿Por qué llevas eso en la cara?—le pregunté, parecía como un pañuelo.

—No malgastes tus preguntas Amelia.

Habló... Por fin habló... Pero se suponía que no podía, que clase de brujería era aquella, ¿ya me estaban afectando de más los antidepresivos? Pero entonces caí en algo más importante:

—¿Cómo sabes mi nombre?—pregunté esta vez.

—Shhh...—se acercó hacia mí poniendo un dedo sobre mi labio inferior—Te dije que no malgastaras tus preguntas—hizo una breve pausa—Yo tengo respuestas al suceso que te atormenta—hizo una pausa más larga, yo estaba atónita, cuando por fin decidió acabar su frase: —Y solo te quedan 8 preguntas.

Os juro que este chaval me ponía de los nervios, iba a acabar con la poca paciencia que me quedaba. Justo en ese momento me empecé a fijar en lo sexy que se veía, y en lo que me gustaba su voz, era grave y ronca, de esa que a la vez que enciende, intimida.

—Bueno no tengo todo el día, ¿me vas a decir qué es lo que quieres saber?—dijo sacándome de todo pensamiento lujurioso.

—Primero quítate el pañuelo y la capucha, quiero saber cómo eres y sobre todo si eres alguien que me ayude a recordar.

—Te costará unas 5 preguntas, pequeña—lo único que me importaba de esa frase era el cómo me había llamado con lo cual no le di importancia a lo demás y accedí, quería descartar posibles teorías y quería dejar al descubierto al chico que se atrevía a saltarse todas las medidas de seguridad para venir aquí bien a darme respuestas o bien a jugar conmigo.

—Me da igual—hice una pausa—quiero verte...

Entonces empezó a quitarse la capucha poco a poco, dejando ver todo su pelo, era de un negro como el carbón y era jodídamente increíble, se veía un poco ondulado por la humedad de esta época del año pero era increíble.

Cuando me quise dar cuenta ya se estaba empezando a quitar el pañuelo lentamente a unos 2 metros de mí, en cuanto terminó de quitárselo entero, aluciné en colores, era jodidamente hermoso: tenía una piel más o menos blanca con pecas en su nariz y mejillas. De repente me fijé en sus ojos, tenía unos ojos azules como el mismísimo cielo—no sé cómo no me di cuenta antes—, dios mío me había enamorado del físico de ese hombre, pero debía centrarme en la verdadera razón por la que había venido. Le observaba con la baba casi cayendo cuando de repente lo soltó:

—Te quedan tres preguntas...Pequeña.


Al final de cada capítulo hablaré aquí con ustedes si les parece.
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