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— ¿Cassie... es tu novia? — Pregunté mientras ambos avanzábamos a la supuesta cafetería para desayunar.

— No, solo somos... dos chicos rotos intentando repararse. Es algo sin etiqueta. — Dijo sin mirarme. Cuando llegamos, pude ver que habían muchos chicos y chicas de mi edad en este lugar. — Esta es la famosisima cafetería.

— Ya veo.. es muy grande. — Dije, viendo lo espaciosa que resultó ser. Ambos hicimos fila para pedir nuestra comida y cuando llegó nuestro turno, pedimos para luego dirigirnos a una de las mesas libres. — Así que solo salen, pero no es nada oficial o con etiqueta.

— Si, algo así — Dijo él. Sin muchos ánimos.

— ¿Qué opinas del amor? — Pregunté sin poder evitarlo. Él resopló por lo bajo y creí que no iba a responder. Hasta que dijo lo siguiente.

— El amor es una mierda... El amor te cega, te destruye, el amor acaba contigo lenta y dolorosamente, puede ser que en algunas ocasiones no nos demos cuenta, pero la herida está ahí — Se puso de pie y se acercó a la ventana. — Y el dolor.. el dolor a veces nos puede llevar a hacer cosas que no queremos, a herir a quienes solo quieren estar a nuestro lado y apoyarnos en todo. Yo ya no quiero sentir ese dolor, ya pasé la mayor parte de mi vida con él y esa mierda no para de afectarme.

Sentí el impulso de correr hacia él y abrazarlo con fuerza, pero él no se veía mal, y creo que no sería lo correcto teniendo en cuenta que apenas nos conocemos.

— Pues sí, tienes razón, el amor es una mierda. El amor y el dolor van de la mano, destruyendo a quienes buscan algo de afecto. — Dije yo. Completamente de acuerdo con lo que él había dicho.

Luego de unos largos minutos de silencio, donde ninguno de los dos dijo nada, Cassie hizo aparición en la cafetería, pareciendo tener una fuerte discusión con un chico de rasgos asiáticos, cabe recalcar que era muy atractivo. No pasé por alto que ambos eran bastante parecidos.

— Te he dicho que no importa, deja a mamá en paz — Le gritó Cassie mientras avanzaba en nuestra dirección. Las personas no los miraban, actuaban como si esto fuera algo normal entre ellos.

— ¿Son hermanos? — Pregunté a Damien, quien también miraba en esa dirección.

— Si.. Los hermanos Rudd siempre peleando. — Dijo en tono de burla. — Esto ya es algo rutinario.

— No voy a parar de joderla hasta que me de una puta explicación — Gritó él, por las venas que resaltaban de su cuello, supe que estaba completamente molesto con su madre, por razones desconocidas para mi.

— Creo que esta es otra de las razones por las que agradezco ser hijo único — Damien dijo con algo de sarcasmo.

— Hola — Saludó animadamente Cassie al llegar al lado del rubio.

— Hola — Respondí cortés. Ella rodó los ojos al ver algo detrás de mí. Y mi cuerpo se tensó tan pronto sentí a alguien rozar su cuerpo con el mío.

— No jodas, déjame desayunar tranquilo ¿si? — La voz del chico que hace unos momentos peleaba con Cassie llegó a mis oídos. El aroma a colonia masculina no tardó en hacerse notar. Era un olor embriagante.

De seguro y le ayuda a conseguir chicas.

No hables de ese modo, no le conoces.

Ya, pero se le haría fácil salir con quien quiera si utiliza esa colonia.

Ya.

— No dije nada, tú déjame desayunar en paz. — Respondió la chica, noté que ambos hermanos tenían una manera agresiva para dirigirse hacia el otro. Había mucha tensión y algo un poco menos grave que el odio.

— Ya dejen de comportarse como unos niños. — Los interrumpió Damien en una nota divertida, pero parecía decirlo en serio. — Ella es Judd, la trajeron ayer en la tarde.

El chico que hasta ahora me había negado a mirar, y él que parecía no haberse percatado de mí presencia, se giró de un modo que quedó volteado completamente hacia mi, y teniendo vista a mi perfil, o mejor dicho, a mi cabello.

Un hormigueo recorrió mi mejilla con el rose de su mano, la cual había utilizado para poner mi cabello detrás de mi oreja.

Logré armarme de valor y volteé a verlo, sus ojos eran negros e intensos, cuando conecté mirada con él, mi mente viajó a aquél momento de oscuridad, donde mi vida cambió, donde mi pasado se había vuelto mi peor pesadilla.

Mis ojos se cristalizaron y me apresuré en apartar su mano de mi. Me puse de pie y me alejé de aquel lugar. No sabía a dónde iría, pero buscaría una salida.

Necesitaba huir de este lugar, yo no debía estar aquí, toda esta mierda era una maldita confusión.

Mi mente comenzó a martillar del dolor.

Las imágenes de aquella niña pequeña jugando en el coche de sus padres me atormentó. Esa niña de ojos oscuros y llena de maldad.

Esa que luego se asustó y permaneció callada, sin estar consciente de que luego, por su error, su familia acabaría formando parte de una tragedia. Y que ella, sería la que más sufriría.

PASADO:

— ¿Podemos ir a la heladería? — Preguntó con una sonrisa angelical a sus padres. Estos intercambiaron miradas, apenados.

Ella no entendía nada, esa misma mañana, ambos se habían levantado temprano y habían hecho las maletas.

No habían sonrisas en sus rostros, ni siquiera le habían dicho qué era lo que estaba sucediendo.

La pequeña de ojos café hizo una mueca al ver que sus padres volvían a alejarse para buscar más maletas. Ella con su inocencia e impaciencia, se entretuvo jugando en el coche. Pero se detuvo asustada cuando vió que, sin darse cuenta, había quitado una pieza del coche de su lugar.

La niña asustada, se pasó a los asientos traseros y fingió estar dormida. Y cuando los dos adultos llegaron, guardaron las maletas restantes en el maletero, y pusieron en marcha el coche.

Ese día, todo había cambiado para aquella pequeña, su infancia, adolescencia. Juventud... todo. Porque el remordimiento la consumió al punto de querer acabar con todo.

O eso le hicieron creer.

The Red LakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora