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No es como si él hubiera estado en ese tipo de situación anteriormente, pero otro de sus mejores amigos, Build, tenía la mala costumbre de narrarle sus aventuras nocturnas mientras que trabajaban en la cafetería y él sin poder hacer nada, se golpeaba la cabeza contra cualquier cosa dura al tiempo que el menor terminaba con su relato de la semana.

Pudiera ser por eso o bien por el posible coma etílico que estaba por darle, que no le sorprendió tanto ver a personas semi-follando en los pasillos laterales de la sección apenas cruzar la cortina, mientras que otros cuantos ya lo estaban haciendo en pequeños "cubículos" en el pasillo principal; apenas delimitados por gruesas cortinas negras que muchos ni siquiera se habían molestado en cerrar.

Podría estar incluso drogado, pero ni siendo así le agradaría la idea de ver o escuchar a parejas follando sin ton ni son, por lo que prefirió irse por el pasillo de la derecha y evitarse vistas desagradables.

El pasillo se encontraba abarrotado con parejas de todo tipo: hombres con mujeres; mujeres con mujeres; hombres con hombres... Al peliazul le había parecido ver incluso un trío. Pero no le importaba. Ninguna de esas personas era la que él estaba buscando.

Detuvo su andar, estático, repentinamente confundido.

Una duda llegó como un balde de agua helada directo a su cabeza, de improviso, sin cuidado. Devolviéndole momentáneamente la sobriedad. ¿Por qué estaba buscando al chico? ¡Ni siquiera conocía su nombre!, ¡Ni siquiera lo conocía! Y sin embargo ahí estaba, parado a la mitad del pasillo en medio de un montón de personas potencialmente excitadas y alcoholizadas; esperando encontrar un pequeño rastro del chico con sonrisa parecida a la del gato Cheshire.

Su parte racional, la poca que quedaba de pie,  le decía a punta de gritos y patadas que saliera en cuanto antes de ahí mientras aún tenía la oportunidad de hacerlo. Pero por otro lado, se encontraba una parte de él a la cual todavía no le había asignado un nombre; era esa que le pedía con dulces y seductoras palabras que se quedase. Que encontrara el chico. Que corriera, por primera vez en la vida, riesgos y se dejara llevar por el momento al menos una vez.

La posibilidad era sumamente tentadora, como el canto de una sirena. Sereno. Seductor. Lleno de promesas obscenas que parecían tan correctas...

No había mucho que pesar y sin embargo él permanecía ahí de pie como un verdadero idiota al intentar tomar una decisión que ya había sido tomada por él desde el momento en el que se dejó moldear por las manos del pelinegro y terminó siguiéndolo hasta esa sección del antro.

Una risa sin gracia salió de sus labios. No sabía ni su nombre y ya se encontraba irrevocablemente atraído por él.

Cuando llegó a lo que parecía ser el final del pasillo no pudo evitar soltar un bufido de frustración al no haber encontrado al chico. Frente al peliazul de encontraba una puerta metálica de color plata que tenía una de esas cerraduras de tarjeta comunes de los hoteles. No hizo ni siquiera el intento de abrirla, sabiendo de antemano que no conseguiría nada con eso siendo que ni por asomo contaba con la tarjeta de acceso.

Tal vez el otro se había ido por el pasillo contrario. O bien se había dirigido al pasillo de los cubículos. No lo sabía, pero no lo averiguaría si seguía ahí de pie.

Decidido, dio media vuelta sobre sus talones, chocando con alguien justo al instante de hacerlo, cosa que lo hizo trastabillar hacia atrás.

–Lo lamento.—se disculpó con los ojos mirando al suelo.

Apo se movió a un lado para irse del sitio, pero antes de poder avanzar dos pasos siquiera, el sujeto con el que había chocado lo tomó del brazo impidiéndole marcharse. Se volteó confuso en su dirección en busca del por qué de aquella acción pero, una vez más, terminó perdiéndose esos ojos oscuros que venía buscando desde hacía rato.

Night Bar||(+18) MileApoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora