Final

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Constante pero sin prisas, el más alto comenzó a penetrar la entrada del chico bajo suyo, siendo inmediatamente abordado por una sensación devastadoramente placentera que lo obligó a enterrar con fuerza las uñas en las sábanas y controlar las ansias por poseer ese cuerpo sin consideración alguna.

Apo quería chillar ante la sensación.

Mile se dedicaba a ahogar cada gruñido que se le quería colar de la garganta.

No se movió hasta después de un rato para que el peliazul pudiera acostumbrarse a la intromisión. Primero inició con movimientos suaves, saliéndose casi por completo para luego entrar de un solo golpe a su interior. Apo soltaba pequeños soniditos de molestia pero no hacía intento alguno de detenerlo, por lo cual Mile continuó con sus movimientos, aumentando progresivamente la velocidad de sus embestidas en busca de un ritmo que a ambos les resultara placentero.

Podía sentir los temblores del cuerpo ajeno contra su piel y la respiración irregular y jadeos quedos del mismo chocando contra su cuello, cosa que sólo provocó que él mismo comenzara a temblar en éxtasis.

Fue cuando Nattawin gimió por primera vez en la noche que se atrevió a ir con más rapidez, teniendo que emplear las caderas del chico como punto de apoyo para no perder el ritmo que había adquirido.

Sus pieles empapadas en sudor producían un ruido húmedo cada que chocaban la una contra otra y que, junto con los jadeos y gemidos que se escapaban de sus bocas, inundaban cada rincón de la habitación.

Sin detener sus movimientos pélvicos, Mile bajó la pierna que sostenía sobre su hombro y dejó flexionada a un lado de su cadera. Apo gimoteó por el movimiento, echando la cabeza para atrás y clavando las uñas en la parte alta de la espalda del contrario.

Los dos se estaban deshaciendo a pasos agigantados entre la bruma de satisfacción que los envolvía y los tirones de placer que se apoderaban por completo de sus cuerpos sin darles ninguna tregua cada que Mile se enterraba entre los glúteos de Apo, las uñas de este se hundían sin tacto en la piel ajena y sus bocas se unían para proclamarse dueñas una de la otra.

Una de las manos del pelinegro serpenteó por todo lo largo de la pierna derecha (desde su perspectiva) del chico y ascendió hasta llegar a la entrepierna del mismo. Tomó su miembro entre su mano y comenzó con un vaivén que pretendía imitar al de sus caderas.

Nattawin no pudo hacer más que estremecerse y gemir agudo. Los ojos le lagrimeaban gracias al cúmulo de sensaciones que trotaban por cada rincón de su piel; pero eso no le impidió reconocer el rostro de Mile en medio de los destellos blancos que se le cruzaban por la vista y tomarlo entre sus dígitos para atraerlo a él y volverlo a besar, ahogando sonidos con sus labios.

Su resistencia no tardó mucho en irse al carajo cuando el pelinegro golpeó un punto en su interior que se sintió como un millón de pequeñas descargas eléctricas recorriéndole el cuerpo entero un par de veces antes de perderse en la punta de sus extremidades y reaparecer ante cada nueva embestida.

Sentía que estaba tocando el cielo con la punta de los dedos...

–¡Mile!— gritó agudo, arqueando la espalda de manera casi dolorosa y doblando los dedos de los pies al momento de llegar al orgasmo, manchando su abdomen y el ajeno con parte de su esencia.

El contrario por su parte apretó los labios y golpeó con más fuerza al sentir las paredes del pelirrojo atrapar su miembro de una manera sencillamente deliciosa. Se corrió dentro del preservativo embistiendo con más delicadeza hasta acabar.

Escuchó a Apo soltar un jadeo quedo cuando salió de él y eso lo hizo sonreír medio satisfecho, medio realizado.

Se tiró a su lado y lo atrajo a sí mismo, rodeándole el cuerpo con los brazos y dejando que su barbilla se recargara sobre esa mata de cabellos revueltos. El chico aceptó aquel acercamiento de manera gustosa, acurrucándose en el pecho del más alto e intentando regular el ritmo que había adquirido su respiración.

Cuando menos lo esperaron, ambos se quedaron dormidos. Plenamente satisfechos y con cierta calidez recorriéndoles el pecho.

                           (...)
     

Cuando Tong entró al departamento que compartía con Apo,  esperaba verlo sentado en una de las sillas del comedor; con los brazos y piernas cruzadas y el ceño fruncido. Como siempre hacía cuando Tong metía la pata hasta el fondo.

Probablemente le habría golpeado hasta cansarse y él lo habría aceptado sin decir pío. Precisamente porque sabía, lo tenía merecido al haberlo abandonado en un lugar al que en primer lugar ni siquiera quería ir.

¿Pero a quién demonios iba a engañar?

Gracias a eso había logrado su propósito inicial; ligarse a Pong, ese sexy barman que le hacía ver estrellitas. Así que no, no se arrepentía. Y no, no pretendía evitar su castigo.

Pero Apo no hizo ninguna de esas cosas. No estaba sentado en una de las sillas del comedor con ninguna extremidad cruzada. Tampoco lo insultó o golpeó al verlo. Es más, apenas y notó su llegada. Por lo visto, el chico parecía estar tan interesado en la hoja de papel que sostenía en la mano derecha que apenas y le dedicó una mirada de lado desde su lugar en el sofá de tres plazas.

Por la manera en la que sus ojos se movían, Apo  dedujo que aquello era una especie de carta y, por la manera en la que el peliazul no dejaba de sonreír, dedujo que debía de tener escrito algo realmente bueno.

–¿Todo bien?—Apo lo miró por apenas un par de segundos antes de asentir y regresar la vista a su carta.

–Todo perfecto.

–¿Ocurrió algo particularmente relevante? —esta vez Apo sí le puso atención. Miró la carta, luego a él y entonces rió negando con la cabeza.

–Sólo digamos que la lámpara que te dio tu madre la navidad pasada está a salvo.

Eso definitivamente Apo no lo entendió, pero no se puso a indagar más sabiendo de sobra que el peliazul no le diría nada. Así que asintió pretendiendo haber captado el mensaje y se disculpó para retirarse a su habitación.

Apo lo siguió con la mirada hasta que desapareció por el marco de la puerta. Sonrió para sí mismo y de nuevo fijó la vista en ese pedazo de papel.
No le haría nada al menor. De hecho, estaba pensando seriamente en pedirle al chico regresar el próximo fin de semana.

Apo Nattawin:

Pequeño, lamento más que nada no poder estar a tu lado al momento de despertar, pero situaciones imprevistas me han obligado a retirarme sin siquiera poder despedirme de ti. Te veías demasiado a gusto como para despertarte.

Sobre anoche...las palabras se quedan cortas para describir lo que me hiciste experimentar. Sin duda alguna, eres un caso especial.

No pienses que te he dejado solo así sin más. Dentro del cajón, en el buró a la izquierda, hay una caja de analgésicos en caso de que lo necesites junto con algunas botellas de agua. Como probablemente ya lo hayas visto, hay un cambio de ropa limpia a los pies de la cama. Además de eso, hay un chofer a la salida del antro esperándote y con la orden de llevarte a donde desees. No dudes en ocupar sus servicios.

No me queda mucho tiempo ya, así qué me despido esperando que hayas disfrutado tanto como yo anoche e invitarte a regresar cuando quieras. A partir de ahora, tienes una cortesía de por vida. Hasta entonces, te estaré esperando, lindo Apo.

Atte. Mile Phakphum, CEO del antro "Blue Bitch" y.... tu nuevo acosador personal.

                                                                       FIN...

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Holiss amores!! Espero les haya gustado este minific realmente me gustó mucho adaptarlo.

Muchas gracias por haber llegado hasta aquí, dejen su estrellita muy importante y sus hermosos comentarios.

Cuídense mucho y hasta la próxima adaptación.

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Night Bar||(+18) MileApoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora