Me ayudaría mucho que compartieras la historia con tus amigos si te está gustando.
Cuando digo que me gusta el frío, es exactamente a esto a lo que me refiero; Tierra mojada, cielo gris encapotado por gordas nubes que apenas dejan que algún que otro fino rayo de Sol nos alumbre. Asfalto mojado, hojas batiéndose en duelo unas contra otras sin control en lo alto de las copas de los árboles...
Me gusta mucho. Me encanta y reconforta. Me hace sentir... hogar. Aunque realmente no tenga uno.
—Es el mejor café, que no te engañen con sus paredes de madera y televisión de plasma —dice el chico de oscuro cabello frente a mí, con un brazo extendido y un café humeante en la mano. —. Estos paletos no sabrían lo que es un buen grano de café ni aunque lo esnifaran.
Me aparto un mechón de pelo de la cara y acepto la bebida, aunque siendo sincera no tiene muy buena pinta en el vaso diminuto de plástico. Un dólar cincuenta en la máquina de la gasolinera me parece un timo, pero al menos está caliente, y me mantiene las manos ocupadas.
Suspiro mirando al suelo mojado, hace un rato que ha dejado de llover, y trato de inhalar todo el aire posible mientras nos acercamos a un banco que da a la carretera. No muy bien ubicado la verdad.
Huele tan... bien. Mi sentido del olfato está demasiado desarrollado, o eso solían decirme de pequeña.
—¿De dónde vienes?
Su pregunta me hace alzar la mirada, pasarla del suelo al vaso, y del vaso a su rostro. Se ha quitado la capucha, y se ha sentado en la parte de arriba del banco.
Me planteo mentir, pero no quiero ni intentarlo, asique me limito a torcer la boca en un gesto de indiferencia, sorbiéndome la nariz.
—De muy lejos. ¿Tu eres de aquí?
Castle imita mi gesto con los labios, y da un trago a su café mirando a la nada. Vista al frente.
—Digamos que sí y no.
—¿Cómo es eso?
Su sonrisa se amplía cuando me mira.
—¿Cómo de lejos vienes?
Touché.
Vuelvo a suspirar, y realmente es por el aire. Esque... de verdad, tanta humedad es un maldito paraíso para mis pulmones.
—¿De qué conoces a Desk? —pregunto tratando de llenar el silencio.
No pasa ni un solo coche. Tan mal ubicado no parece estar el banco.
—Fuimos juntos a clase desde niños —dice dando otro sorbo —¿Y tú?
—Me vendió un café cuando llegué.
Castle asiente.
—¿Por qué te odian tanto...? —pregunto haciéndome la tonta.
El chico alza una ceja y niega poniendo los ojos en blanco.
—No me vengas con que no has visto la tele aunque sea un rato.
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Efecto Mariposa
AcakSara Winchester ha huido de su pasado haciendo de tripas corazón, y arrastrando con ella al que sería su cómplice en cada crimen, metafóricamente hablando. Illinois parecía un buen punto de partida, pero como la buena suerte no parece estar de su pa...