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Chae Hyungwon tenía ocho años cuando su madre, Kim MiSoo, se casó con Ryu HaeSuk, un adinerado viudo con una hija pequeña llamada JaRin. Aunque JaRin era tres años menor que Hyungwon, ambos congeniaron desde el principio. Ocho años más tarde, la pareja tuvo una hija a la que llamaron Hyun Seo, la adoración no solo de sus padres, sino también de sus hermanos mayores.
Desde pequeñas, las niñas aprendieron a montar a caballo, una pasión que heredaron de su padre, quien era un gran aficionado a estos nobles animales. Hyungwon, por su parte, pasaba mucho tiempo con sus amigos. No destacaba en los estudios, pero su madre lo encubría para que su marido no se enterara. Era el único hombre de la familia, y ella esperaba que, llegado el momento, asumiera la responsabilidad de los negocios de su padrastro, aunque no fuera su hijo biológico. Además, confiaba en que cuidaría de sus hermanas. Hyungwon adoraba a Hyun Seo y apreciaba a JaRin como a una verdadera hermana. Al menos, así fue mientras ambos eran niños.
Con la adolescencia, las cosas comenzaron a cambiar. Hyungwon dejó de ver a JaRin como la hermana que había sido hasta entonces. Un día, mientras los tres se bañaban en la piscina, se sorprendió al notar cómo su cuerpo reaccionaba al contacto constante con JaRin, quien huía de Hyun Seo en su salvavidas, mientras esta intentaba salpicarla con agua. Hyungwon se sentía culpable por esos pensamientos, consciente de que no era correcto verla de esa manera. Después de todo, ella era su hermana.
Sin embargo, Hyungwon no era el único que había comenzado a experimentar esos sentimientos. JaRin también había empezado a ver a su hermanastro con otros ojos. Lo supo cuando Hyungwon llevó a una chica a casa. En ese momento, JaRin tenía catorce años, y él diecisiete. Los celos que sintió la invadieron, y dejó de hablarle por un tiempo.
—¿Se puede saber qué te pasa? —le preguntó Hyungwon, visiblemente molesto.
—No me pasa nada —respondió ella, evasiva.
—¿Entonces por qué me estás ignorando? Te he preguntado si has visto mis audífonos.
JaRin no solo los había visto, sino que los tenía escondidos.
—No —respondió secamente.
—Ella los escondió en su cuarto —intervino Hyun Seo.
—Eres una boca suelta —replicó JaRin, irritada.
—¡Entonces sí los tienes! —exclamó Hyungwon, furioso, y subió rápidamente las escaleras hacia la habitación de JaRin.
JaRin corrió tras él, desesperada.
—¿A dónde vas? ¡No vayas a revisar nada! —le gritó, tratando de detenerlo.
Hyungwon entró en la habitación y empezó a buscar en los cajones.
