Capítulo 2

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— ¿Tienen que hacer esto aquí?

Max no sabía exactamente a quién se lo estaba diciendo. Todo lo que quería hacer era relajarse después de un largo día de trabajo. Fue a casa para encontrar a sus hermanos y compañeros juntos en la sala de estar. La televisión sonaba de fondo, olvidada hacía tiempo. Max no envidiaba a los compañeros de sus hermanos, parecía que cada vez que se daban la vuelta estaban tratando de entrar en sus pantalones. Apenas podían estar en la misma habitación sin tocarse constantemente, y francamente Max estaba un poco celoso.

Max quería encontrar a alguien que le iluminara la habitación cuando entrara, alguien cuyo contacto causara que su cuerpo le doliera de buena manera, alguien que fuera todo su mundo, alguien en quien perderse y olvidar el mundo que lo rodeaba. El rugido que salió de su hermano Mew, fue realmente impresionante y continuó besando a su compañero Gulf todo el rato. Gulf finalmente rompió el beso y se rió. Inclinó la cabeza hacia atrás en el sofá y miró a Max en la puerta.

—Lo siento.

Mew volvió a gruñir.— No te disculpes, cariño, si no le gusta, siempre puede irse.—Dijo comenzando a besar el cuello de Gulf.

Gulf le dio un manotazo en el brazo.

—Se bueno.

—No te preocupes por eso Gulf, iré a correr. Les daré tiempo para terminar lo que estás haciendo aquí y volveré dentro de una hora.— Max se volvió y pasó por la habitación.

Correr siempre había sido una de sus actividades favoritas, ya fuera en forma de lobo o de humano. Siempre podía perderse y olvidar todo lo que sucedía en su vida al ritmo de sus pies golpeando el asfalto.

En su habitación, se desnudó y se puso su ropa de correr. Una vez vestido con pantalones cortos y una camiseta sin mangas, se puso sus Nike para correr y encontró su brazalete para su iPod, antes del dispositivo en sí. Buscó por los cajones y encontró sus auriculares. Lo conectó todo y lo encendió. Maz calentó un poco y se dirigió fuera de la casa. Max corrió por el camino y giró a la izquierda por el sendero. Su cuerpo pronto se soltó y estableció el ritmo, el corazón le latía de manera constante, los pies golpeaban el pavimento al fuerte ritmo de la música.

Max aclaró su mente y dejó que todos sus pensamientos y preocupaciones salieran también. Todo lo que importaba era poner un pie delante del otro, lo demás podía esperar. El sudor le goteaba por la espalda y los músculos de las piernas le comenzaban a doler, pero Max estaba solo empezando. Dio la vuelta por la calle principal de la ciudad, las tiendas ya habían cerrado esa tarde de jueves. Los senderos estaban despejados, a excepción de ocasionales adolescentes en bicicleta. Pasó el parque donde los padres jugaban con niños pequeños, poco a poco los chicos mayores desaparecían con sus monopatines y patines mientras se acercaba a la pista de patinaje. Max se resignó a no tener hijos. Sospechó, con tan solo quince años, que era gay. Besar a su mejor amigo, y al salir de la escuela cuando tenía dieciséis confirmó sus sospechas. Hasta que descubrió lo que era tener sexo con otro chico. Nunca había estado interesado en las chicas. Max sabía lo que le atraía y no tenía que probar nada con una chica para confirmar su orientación.

Después de todo, ¿por qué debía “asegurarse” que no le gustaban las chicas si los hombres heterosexuales no se “aseguraban” con algún hombre? Todo eso le parecía un doble rasero. Max pronto se encontró en su cruce y pasó al otro lado de la calle, volviéndose por el mismo camino por el que había llegado. Media hora más tarde, el pelo de Max estaba mojado con sudor, goteaba sobre su cara y corría en riachuelos por su espalda, su camiseta estaba pegada a su piel y los músculos de las piernas le quemaban. Max finalmente llegó a su calle y vio un Toyota Camry estacionado frente a su casa. No reconoció el coche y la matrícula era de fuera.

3* Compañero ProtectorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora