El Eco De La Sombra.

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No sabrías decir en qué momento se torció, pero desde luego estabas convencida de que algo no iba bien. Hubo algo en tu hermana que simplemente cambió, ligeramente al principio. La conocías bien, ella era de las personas que solía iluminar la habitación tan solo con su presencia, pero de repente notaste algo más. Algo que inexorablemente conducía al precipicio.

Caminabais por la calle cuando algo cayó del cielo, justo a vuestros pies, a centímetros de golpear a la chica. Considerasteis que únicamente había sido culpa de alguien despistado en el edificio justo frente a vosotras. Pero la mirada de ella se oscureció como cuando las nubes tapan el cielo antes de una gran tormenta.

Esa fue la primera de una cadena de infortunios. Lo más grave resultó ser una caída que hizo que ella se partiera la pierna. Pero eso no fue lo que más te preocupaba, su piel estaba pálida y los ojos mostraban unas ojeras crecientes que nunca habían estado allí. En la intimidad de su habitación de hospital te explicó que a veces oía un eco, algo parecido a una voz pero nunca un sonido tan bien construido que pudiera identificar. Ni médicos ni psicólogos parecieron entenderlo.

Una vez ella se hubo recuperado comenzaste a notar algo siguiéndola, algo que podía ser atribuido a su sombra pero con más fuerza, algo que no cuadraba con el ángulo que debía corresponder según el sol, a veces todo desaparecía sin más, incluyendo su propia figura opaca personal. Pensaste que a estas alturas solo estabas delirando.

La chica respiraba con más dificultad, sintiendo que unas manos le apretaban la garganta cada cierto tiempo como si pretendiera mantenerla alerta, no darle un solo día de descanso. Lo sorprendente era que las marcas en su cuerpo siempre eran más numerosas que antes, tus intentos por sostener su delicada voluntad fallaban una y otra vez. Ella solo decía que quería que el peso que sentía sobre sus hombros desapareciera.

La última noche de vuestro intrincado laberinto de hechos sin sentido entraste en el piso compartido, buscando a la otra inquilina de la casa sin respuesta, entonces te acercaste a su habitación y abriste despacio la puerta, la sala estaba casi en penumbra a excepción de una tenue luz que arrojaba el atardecer desde la ventana.

Viste su delgado y magullado cuerpo sin vida de espaldas, tambaleándose de la lámpara situada en el techo, pero no había una silla que hubiera utilizado para llegar allí. Las lágrimas calientes comenzaron a correr libres por tus mejillas, paralizada en la puerta sin saber que hacer a continuación cuando lo que debía ser la sombra proyectada por el cadáver se daba la vuelta, el ser sin forma te sonreía exhibiendo unos afilados dientes.

 Las lágrimas calientes comenzaron a correr libres por tus mejillas, paralizada en la puerta sin saber que hacer a continuación cuando lo que debía ser la sombra proyectada por el cadáver se daba la vuelta, el ser sin forma te sonreía exhibiendo u...

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