- Bakugo, que nació siendo de naturaleza heroica, se convirtió en lo que siempre juró destruir. Ahora, él está al otro lado de la moneda; en la parte sucia y obscena de la sociedad perturbada.
- Su hambre de más y mejor será alimentada con ayuda de...
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—... Disculpe, pero me temo que eso no será posible —habló la secretaria de la compañía de trajes de héroes.
La fémina hervía dentro de sí, histérica y obstinada. Estando más que estresada por el molesto teclear de la secretaria tras la recepción, no hallaba manera de calmarse ante la trabajadora.
—¿Por qué no? Yo hice el pedido, esperé el tiempo que me pidieron y ahora, cuando paso a recogerlo, no me lo dan —escrutó la mujer con amplio hastío.
—Lo sé, Sra. Bakugo. Sin embargo, el traje que usted pidió, no entra en la póliza de su agencia —aclaró la trabajadora, nerviosa, al cerciorarse de lo que decía en el monitor de su computadora.
La fémina chocó su puño contra el mostrador de la recepción. Ella llevaba horas tratando de obtener lo que quería, pero una nueva recepcionista estaba resultando ser extremadamente difícil comparada con la anterior; sacándole nuevos inconvenientes que no tuvo que soportar antes.
— ¿Y ahora eso qué significa? Tengo licencia, así que puedo realizar pedidos, ¿no? Esta no es la primera vez que lo hago —habló, cansada, la mujer.
La trabajadora frunció su ceño, pero volvió a pisar las teclas de su computadora para chequear, una vez más, la nómina de héroes y sus respectivos equipamientos.
El listado no correspondía con el pedido de la mujer, ya que ésta demandaba algo fuera de sus usuales encomiendas.
—Es así. Pero, el traje que usted pide, es el que está registrado bajo la propiedad de Dynamight —dijo la secretaria, confusa por el pedido del traje de un héroe fallecido—... Tal vez ha sido un error del sistema. Si me permite, rectificaré en el-
—Mire, no es ningún error. Yo pedí ese equipamiento —aseguró la mujer, tratando de que la trabajadora cediera—. Si es tan amable, le pido que me dé el traje y así no la molesto más, porque yo no me iré de aquí sin ese equipo.
—No puedo hacer eso, va en contra de la política de la compañía. Disculpe —pronunció, reacia, la secretaria.
—¡Por un demonio! —se quejó la mujer, a punto de jalar sus cabellos—. Escuche; hoy no ha sido un buen día, y lo único que le estoy pidiendo, es que me dé el traje y ya está —dijo, entre dientes, la fémina—. No sé el por qué ahora hay tantos problemas para recoger un pedido, pero, estoy a nada de ir a buscar al gerente de esta condenada compañía y-
—¡Hey! ¿Qué está pasando por aquí?
Una chica de cabello rosa y ojos amarillos apareció de entre los pasillos de la compañía. Con ropa cubierta con grasa y aceite para maquinaria y con el cuerpo sucio con cenizas, una vieja compañera de la mujer se hizo presente en medio del disturbio que la fémina amenazaba con crear.
—Mei, qué bueno verte —dijo suspirando la mujer, aliviada de ver a su conocida—. Estaba buscando mi pedido, pero no me lo quieren dar —refunfuñó ella.