Vivir

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Siento el plazo que parte desde mi actual adolescencia hacia mi vejez un tiempo demasiado corto.


Puedo sentir como la oportunidad de éxito se prepara, latente y en espera del momento preciso para ser tomada por mí; así mismo, las sombras del fracaso me acechan por los costados y desde atrás, ideando con paciencia un plan para desgraciar mi vida en el momento de una mala decisión.

Pero a pesar de todo esto, a pesar de que a veces sienta la desesperada necesidad de correr hacia el éxito para no ser alcanzado por las sombras del fracaso, decido no hacerlo, decido caminar y con mucha calma. Pues si algo he aprendido a mi corta edad es que la vida no tiene sentido si no se goza, si no se vive; si no se disfruta del viento al soplar ni la lluvia caer, si no se disfruta ni tan siquiera de la puesta del sol, no se vive, y si no se vive se liquida el alma y de hace uno amargado, amargo como el café sin azúcar y la vida se convertiría en un trago de este, sin sabor ni alegría y entonces estaría uno muerto en vida y el éxito no tendría cabida porque muerto uno está.

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