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Kong miraba atentamente cada movimiento de su querido novio, el cual estaba jugando un partido de fútbol por lo cual el no era el único que lo estaba mirando

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Kong miraba atentamente cada movimiento de su querido novio, el cual estaba jugando un partido de fútbol por lo cual el no era el único que lo estaba mirando.

Estaba bien, a Kong no le importaba realmente, pero lo que si le importaba y lo molestaba de sobremanera era escuchar los estúpidos comentarios de las estúpidas personas que pensaban que su novio estaba libre y soltero.

¿Es que no lo saben?, es decir, ya toda la universidad sabia que Arthit tenía pareja y ese era Kong Suthiluck, el chico de contabilidad que estaba cursando su cuarto año.

-¿Creen que acepte?-

Kong frunció el ceño ante la chillona voz de la chica a su lado, pero decidió ignorarla como ellas lo ignoraban a él.

-¡Claro que sí! Eres hermosa Hye, el claramente te dirá que si-

-Además eres tierna, muy tierna y todos dicen que Arthit Rojnapat cae por las chicas tiernas-

Kong arrugó la nariz ante el comentario.

Claro, a Arthit si le gusta las personas tiernas, el mismo lo dijo hace un tiempo, pero él lo habia dicho por el lindo pálido que andaba por todos los pasillos siempre con un adorable puchero que el se moría por besar, pero claro, eso nadie lo sabe.

-Entonces lo haré, luego del juego lo invitaré a salir-

Esa es mi amiga!-Las tres chicas comenzaron a reír y Kong rodó los ojos-Tienes que ir a los vestidores, recuerda, nosotras ya arreglamos todo, ustedes estarán solos-

En serio, ¿esas chicas no sabían que Arthit estaba con él? Supongo que habría que demostrárselo.

Así que el partido continuo con un Kong totalmente perdido en su gran plan, por lo cual cuando el partido terminó, el rápidamente se puso de pie y corrió hacia los vestidores, justo unos instantes después de que los jugadores se vayan.

Cuando llegó a su destino sólo pudo ver a Arthit, tal y como ellas habían dicho.

Arthit al verlo le sonrió..

- Hola Kong, ¿qué te pareció el partido?, te dediqué mis dos goles, ¿lo sabes verdad?-

Kong sonrió encantado y enredó sus brazos en el cuello del pelinegro.

-Lo sé-Susurro-Y quiero darte tu premio por ganar-

Y tras esas palabras, el mayor unió sus labios con el menor, comenzando un dulce beso que pronto Kong lo cambió a su gusto, moviendo sus labios con más pasión y colando su lengua a la cavidad bucal de Arthit.

Kong sabía que Arthit tenía ese gusto por hacerlo en lugares públicos y expuestos, donde cualquiera podría verlos, no era la primera vez que sucedía ni tampoco seria la última, Kong estaba seguro de eso.

La chica aún no llegaba y aunque eso decepcionó un poco a Kong, ya no importaba, ahora ya no, no cuando tenía a Arthit besándolo de esa manera.

Así que dio un no tan pequeño salto y enredó sus piernas en las caderas de su novio, el cual lo tomó por los muslos y giró sobre sus pies para apoyar al mayor contra los casilleros.

Kong gimió con gusto y sin dar muchas vueltas llevo sus manos hacia el cordón que ataba los short de su pareja y desató el nudo.

Arthit no se opuso, a lo contrario, llevo sus manos hacia el pantalón del castaño y los bajo junto a su bóxer.

Kong ahora estaba tan agradecido con esas chicas por dejarles el vestidor totalmente libre para ellos.

El apretó los hombros de Arthit al sentirlo rozando su sensible entrada.

Estaba listo, no necesitaba de su preparación, Kong estaba seguro de eso, estaba tan desesperado, además, ellos lo habían hecho hace apenas unas horas atrás, se sentía lo suficientemente dilatado.

-Hazlo, Arthit sólo me-¡Oh!.

Bien, eso no se lo esperaba, al parecer Arthit lo deseaba tanto como el lo hacia.

Las estocadas comenzaron lentas pero precisas, Kong se sentía en el mismo cielo, bueno, el siempre se sentía así cuando Arthit estaba dentro suyo.

Para cuando Arthit comenzó a moverse más rápido Y Kong se sentía en el mismísimo paraíso, fue cuando ella apareció.

Los miró y Kong quiso reír por su expresión pero le fue imposible ya que el placer le ganaba por mucho a las ganas de reírse.

Kong la miró fijo, por suerte ella estaba justo delante suyo y Arthit no podía verla ya que el le estaba dando la espalda.

Hye, como Kong recuerda que se llamaba, no dejaba de mirarlos, tenía la vista fija en Kong, el cual le sonrió con superioridad mientras enterraba sus uñas en la espalda del menor mientras movía sus labios para pronunciar un inaudible "mío".

Y cuando Arthit soltó un gemido ronco fue cuando ella, toda roja, reaccionó y salió corriendo de allí.

Esta bien, ella se lo buscó.

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