Capítulo 3

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•● Krisly Wilson Musk ●•

Cuando llego a mi hogar, voy directamente a mi habitación. Me ducho y cuando me siento relajada, sigo leyendo el libro. Al pasar dos horas me dirijo al piso de abajo para abrir el paquete que me enviaron desde New York, mis padres están en esa ciudad, haciendo negocios, ese es como su imperio, tienen empresas alrededor del mundo, pero su presencia es más demandada en esa sede. 

Al abrir el paquete, lo primero que veo es ropa de diseñador. Empiezo a sacar y hay vestidos, camisas, chaquetas y otras prendas.

Me canso de ver todo el contenido y me dirijo hacia el paquete más pequeño, cuando lo abro una sonrisa se escapa de mis labios. 

Son libros. 

La mayoría llama mi atención, casi todos los ejemplares están autografiados. Subo la caja a mi habitación y los acomodo junto a los demás libros en mi gigantesca estantería. Cuando acabo voy por la ropa y la acomodo en mi armario.

Caliento en el microondas la comida que en la nevera me dejó Sara, la chica de servicio y limpieza, pues ella se encuentra en su día libre y agradezco los alimentos previamente preparados por ella, porque mis dotes en la cocina no son muy buenos. Devoro la lasaña con avidez y después me dedico a leer por unas horas antes de quedarme dormida.

••●••   

Es rutinario levantarme antes que la alarma suene, así que no sé por qué me molesto poniéndola cada noche. Suspiro, saliendo de la cama para prepararme para el infierno al que llamo preparatoria.

Hago mis necesidades matutinas, me arreglo y me miro al espejo. No llevo ni una pizca de maquillaje, no lo necesito para ser llamativa, nací llamativa.  Hay algunas imperfecciones en mi rostro, pero no las intento ocultar. Mi padre, cuando era pequeña una vez me dijo: “Quien te ame, te amará tal y como eres”.

Antes, tenía muchas inseguridades, pero después entendí que no me tenía que importar lo que las personas pensaran de mi aspecto, así que, desde entonces, dejé de darle importancia al qué dirán y empecé a amarme. 

LMe pongo un vestido blanco con rosas rojas, una chaqueta de cuero de color blanco y un par de botas rojas que me llegan hasta la rodilla. Puede que para muchos sea la chica rara, la chica lectora… y todas esas mierdas, pero también saben que irradio poder y dinero.

Salgo de mi casa para dirigirme al colegio, el cual queda en la parte media de la ciudad, así que demoro unos diez minutos para llegar. Cuando voy a estacionar mi auto en mi lugar de siempre un Lamborghini gris ocupa mi lugar y mi humor se va a Japón. El dueño del auto se baja despreocupado de su vehículo y yo me bajo del mío también.
—Mueve tu auto, Philips —la amenaza es evidente en mi voz—. Te aconsejo que lo hagas rápido, no tengo mucha paciencia.

  —¿O qué? —me reta con la mirada. 

—Tendrás problemas. 

—¿Qué harás? ¿Me acusarás con mi mami como antes?

—¡Teníamos cinco años, imbécil! 

—Entonces, ¿qué harás, Krisly? 

—No repito las cosas, cariño. 

—Yo no voy a mover mi auto.

Con la furia erizando mi piel, subo a mi auto de nuevo. Mark sonríe victorioso hasta que, en vez de irme, acelero hacia adelante, chocando contra su auto. Sin importarme dañar el mío también. El primer estrellón llega y las personas empiezan a aglomerarse a nuestro alrededor, el rubio de ojos negros no borra su sonrisa haciendo que mi rabia crezca. Después de varios estrellones llega el director y me saca del auto.

—¡Señorita Wilson, necesito que se calme!

Lo miro, tragándome las ganas de mandarlo a la mierda a él y a todo el jodido mundo.
—Acompáñame a la dirección, por favor.

La sonrisa de Mark va creciendo cada vez más y le saco el dedo del medio, pensando en que, el muy idiota, me las tendrá que pagar.  El director me da una plática de unos minutos, diciéndome que por mi comportamiento va a tener que hablar con mis padres. Asentí sin replicar.

Cuando salgo de la oficina del director me dirijo a mi casillero para buscar mis cuadernos. La mirada de todos está en mí, rumorean en voz baja y ni disimulan la mirada mientras hablan de mí. Me importa un carajo. Cuando abro mi casillero y están un par de libros, acaricio la portada y siento que alguien se posa detrás de mí. 

—Antes de la guerra, un regalo para que me recuerdes —susurra en mi oído el chico que odio desde hace mucho tiempo. Me estremezco, pero igualmente me burlo en su cara.

—No juego ajedrez con alguien que no sabe jugar —le respondo, guardo los libros en el casillero— Hazte un favor, Mark. No pierdas el tiempo.

—Jugar contigo jamás será pérdida de tiempo, ⋆Fuoco —dice en doble sentido, sin poder controlarlo, ruedo los ojos. 

—¿Tengo que recordarte que no soy una de tus gatitas?, no me vas a llevar a la cama con palabras “bonitas” ni regalando flores, conmigo pierdes el tiempo, cariño —le respondo. 

—Recuerda que el peón también puede convertirse en miembro de la realeza, cariño —imita la manera en le dije “cariño”.

—Pero ninguna va a ser como la reina original y ambos sabemos que la reina en este juego que juegas tú solo, soy yo. 

—Y yo el rey de los opuestos. 

—Espero arregles tu coche y dejes de joderme, Mark —le digo mientras lo miro con una sonrisa de suficiencia en el rostro.

—Te lo agradezco, ya me quería comprar otro. Si quieres puedo quemar tu auto y el mío juntos.

Me encojo de hombros. Mark Philips, empezaste el juego sin leer las instrucciones. Siempre estuve segura de que, si empezaba a jugar, iba a ganar.

El profesor repite la clase del jueves para quienes no la entendieron, así que me aburro de escucharla y empiezo a revisar el celular. La curiosidad me hacía sudar las manos, así que busco el Instagram del odioso rubio que me jode la vida con solo respirar. Tiene fotos en el gimnasio, en la pista de carreras, con su familia y amigos. Mi mente empieza a maquinar mientras veo sus fotos y llego a una conclusión:

Nos odiamos porque nos parecemos. Somos competitivos, egocéntricos y nos creemos lo mejor… Bueno, yo soy lo mejor. Él simplemente trata de serlo.
Pero odiarnos, también es ese algo que siempre nos ha hecho mirarnos fijamente… Es la toxicidad y la tensión que se b cuando estamos juntos. Es algo que nos disgusta, pero no podemos evitar. Desde pequeños nos hemos llevado al límite.

  Y yo quiero llevar a Mark más allá del límite, que me muestre su lado más tóxico y destruirlo. Para así demostrarle que soy la mejor. 

Soy muy competitiva y para mí es una necesidad imperante demostrar que yo siempre gano.

⋆Fuoco | fuego.


Aprendiendo a odiarse [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora