Capítulo 5. Conociendo al enemigo

1.1K 86 532
                                    

Al día siguiente, Hiro se despertó más por obligación intrínseca que por placer. Se talló el ojo y descubrió que Miguel seguía sumido en un plácido sueño. No lo despertó, decidió que era mejor que siguiera descansando en lo que él iba a comprar las cosas para el desayuno.

Una vez que se lavó el rostro y cepillo sus dientes se encargó de pedir algunas cosas al supermercado virtual mientras salía al Oxxo (cadena de establecimientos muy famosa que había traspasado fronteras) para comprar café, algunos pastelillos y frituras (en secreto porque Miguel lo regañaba sobre cuidar su dieta).

Al regresar, se encontró con que los Madrigal ya estaban levantados, cocinando y acomodando la mesa mucho más frescos de lo que él había estado en mucho tiempo.

—Wow, qué rápidos—dijo Hiro mientras se quitaba el suéter y dejaba sus compras en la mesa.

—Buen día, Hiro—comentó Mirabel. Las cosas del supermercado ya habían llegado a casa y decidieron hacer ensaladas, pasta y caldo de pollo para Miguel—Sentimos despertar a esta hora, pero nos preocupamos por Miguel. Igual ya es tarde...

—¿Cómo qué tarde? Apenas son las 8:00 am...—comentó Hiro mirando el reloj digital de la sala.

—Bueno, nosotros estamos acostumbrados a levantarnos mucho más temprano de lo usual, Hiro—respondió Isabela mientras tomaba un florero y colocaba las flores en el mismo—Espero no te moleste que hayamos tomado tu cocina sin preguntarte...

—No, en absoluto.

—¿Y tú? ¿Pudiste dormir?—preguntó Mirabel mientras se lavaba las manos.

—Sí, mejor de lo que creí—comentó mientras veía que Mirabel le sonreía—... ¿Qué haremos? Yo la verdad... no sé cocinar algo complejo y decente, pero quiero aprender... A veces, a Miguel le gustan platillos demasiado elaborados que solo Marco y él saben preparar... pero yo no lo sé... así que tal vez podamos empezar con algo sencillo.

—Puedes deshebrar el pollo cuando esté listo...—contestó Camilo, quien estaba meneando algo en una olla que había encontrado en la alacena—Es algo muy básico que estoy seguro, puedes hacer.

—Camilo, por favor. Eso tampoco es cocinar...—regañó Mirabel, limpiándose las manos con un trapo que tenía cerca. Tomó a Hiro del brazo y le comentó—Mira mijo, lo primero que debes saber es hacer arroz. Eres un adulto, ¿qué comes cuando no hay ni sopa instantánea?

—Bueno, nunca fue problema... siempre tenía cosas a la mano, como... eh... fruta. En la empresa tenía gomitas...

—Ugh, las hacen con tripas—comentó Camilo con evidente desagrado. Sonrió al tiempo que se quitaba la sudadera que tenía desde la noche pasada y preguntó, sin evitar mirar a los ojos a su anfitrión acompañado con un tono de voz muy serio:—Oye, Hamada ¿te molesta si tomo un baño?

—No, adelante... La llave de la derecha tiene un regulador térmico por si necesitas agua más caliente.

—Woah, estas cosas llenas de tecnología me dan miedo. Y pensar que en el Encanto no había ni electricidad, ¿verdad, chicas?

Camilo se fue al cuarto a buscar sus cosas para ducharse, mientras Hiro evitaba esa mirada tan profunda que el ojiverde tenía. Miró a Mirabel para intentar seguir la plática y sacar a flote sus mejores habilidades sociales.

—Eh... entonces, ¿de verdad no había electricidad en su hogar?

—Ugh, no. Era complicado vivir en un pueblo pequeño... lo descubrimos hasta que salimos a la ciudad, ¿sabes?—completó Isabela mientras cortaba algunas zanahorias.

—Me imagino...
La plática se mantuvo por un buen rato. Isabela era muy agradable y Mirabel hacía comentarios graciosos para entrar en confianza con el japonés, mientras éste escuchaba atentamente qué debía hacer para preparar el famoso "arroz rojo" e iba siguiendo las instrucciones. Él afortunadamente tenía una arrocera, pero sabía demasiado diferente a cuando lo preparaba Miguel, por lo que supuso un reto personal.

Recuerdos del primer amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora