¿Que tan mala suerte tienes que tener para que te enamores una y otra vez de personas que no estén dispuestas a regresar el sentimiento? Bueno, al parecer la disponible para albergarse en el cuerpo compacto de Blaine Anderson.
A sus pocos 16 años, y...
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Blaine había tenido sus reservas sobre todo en esta nueva escuela, comenzando por su localización.
Estaba a una hora de casa en auto, hora y media si tomaba el autobús, y aunque el viaje no era inconveniente en su totalidad tampoco estaba muy contento de ello. La educación era incluso más deficiente que en su antigua escuela pública, solo su primer día vio faltas ortográficas al menos en tres afiches que habían hecho los estudiantes de último año, y ese solo había sido el comienzo de la tortura intelectual a sus juiciosos ojos.
Pero lo que más le había molestado de asistir de nuevo a la escuela pública habían sido las razones por las que su padre lo hizo. No era un esnob, ni un pretencioso o mucho menos clasista, no era asistir a la escuela pública lo que le molestaba.
Antes lo había hecho, hasta que le dieron una paliza en el estacionamiento tras el baile de bienvenida de su primer año. Después de eso fue a Dalton, no le conto a sus padres la razón por la que había sido víctima de bullying hasta hace unas semanas y aunque su madre había sido muy amable con respecto al asunto gay, como a ella le gustaba llamarlo, su padre no lo había tomado muy bien.
Nicola Anderson era tan conservador como se podía, a diferencia de Doon, su madre, que siempre había estado más que dispuesta a absorber nuevo conocimiento, así que, aunque había tomado sus precauciones, contándole primero a su madre y tratando de introducir el tema con suavidad, en cuanto estuvieron sentados en esa mesa te roble y pronuncio palabra por palabra su discurso preparado su padre solo lo miro, tomo el papel de juez y sentencio a Dalton, algo estúpido si lo piensas, pero Blaine trato de entender.
Su padre había sido criado de cierta forma, temeroso de Dios, y muy apegado a ideas absurdas que su abuelo le había metido a punta de golpes, su padre necesitaba algo a lo que culpar y la escuela parecía ser la opción menos conflictiva, así que Blaine lo acepto.
Tal vez con el tiempo su padre cambiaría un poco, su madre le prometió apoyarlo en ello, así que ahora solo tenia que sobrevivir el siguiente año escolar, esperaba no pasara con demasiados percances.
En realidad, no había sido tan malo como creyó, Blaine paso la primera hora de su primer día siendo totalmente cauteloso, tratando de pasar desapercibido entre los demás. Esquivando especialmente a los que parecían ser deportistas, y procurando no pararse demasiado cerca de porristas que podrían ponerlo en el foco de ligues celosos. La primera hora había sido un asco, entre no conocer a nadie y ver que la mayoría de lo que había en su clase era casi un año atrás de lo que sabia, estaba casi perdiendo su optimismo.
Y luego se reencontró con Sam.
Conoció a Sam afuera de la oficina del director la semana pasada, cuando las inscripciones tardías estaban terminando y Blaine esperaba a su padre en el pasillo, entre otros chicos y algunos padres.
Una chica loca se le había acercado para entregarle un folleto sobre el club Glee de la escuela, diciendo que aunque las inscripciones no comenzaban hasta entrar a clases oficialmente jamás desaprovechaba las oportunidades de atraer gente a su club, Blaine se sintió aturdido por el cacareo de la chica sobre las maravillas de ella y su club, solo cuando tomó el dichoso folleto, fue que la chica se fue, y Blaine dejo salir un bufido bajo, el chico, que estaba cerca de él y no había notado, se le acerco amigablemente, hizo una imitación terrible de Spock para burlarse de lo incomodo del momento.
