Tiempo después

660 18 4
                                    


En parte sería verdad si dijera que amaba su trabajo, en parte sería un mentiroso si lo dijera, pensó Oliver después de llevar más de un año en ese hospital.

Era bastante bueno en él, había logrado detectar a tiempo algunas enfermedades que los médicos locales no conocían, su amplia experiencia le había permitido optar por tratamientos más efectivos tanto en cirugías como al medicar, al igual que por lo visto tenía un carácter bastante afable a la hora de relacionarse con sus pacientes.

No por nada se había vuelto altamente conocido y recomendado por su clientela, eso sin contar que gracias a que en su mayoría eran mujeres, su agenda siempre se mantenía ocupada.

Para él era estúpido que una mujer pudiera conseguir un trabajo de remachadora sabiendo que estaba muy fuera de lugar para las capacidades de estas pero en trabajos donde claramente podían destacar como  mercadotécnica les pusieran tantas trabas.

Este país era extraño, pero en unos años volvería a su patria cuando su contacto lo haya ubicado en una posición beneficiosa, los reajustes de la nueva normativa médica terminarán de asentarse y fuera a casarse con su prometida, no obstante primero tenía que transcribir algunos papeles confidenciales de esta clínica para dárselos a un intermediario para que se los enviara al doctor Lidenmann en Alemania, nada era gratis en la vida y si quería esos favores más le valía apresurarse.

Era cierto tenía un ligero rencor hacia los veteranos del bando aliado ya que le habían arrebatado la oportunidad más grande de su vida, pasar a la historia como uno de los más grandes médicos.

Su tesis era sencilla a su parecer, la optimización corporal del ser humano, a su vez esta se dividía en una serie de micro tesinas bastante laboriosas por su cuenta.

Una de ellas era entender de lleno la anatomía tanto femenina como masculina y que mejor manera de hacerlo que tener el poder de cambiar el sexo de una persona a voluntad pero con el pequeño detalle que no hubiera diferencia entre una persona que conservara su sexo biológico a una modificada.

Habían logrado al primer hombre modificado exitosamente hace unos años, ahora le tocaba crear a la primera mujer.

El hecho de que un escuadrón nazi haya secuestrado su pelotón fue uno de los momentos más terroríficos de su vida, más el ser el único sobreviviente de estos y lo que tuvo que hacer para serlo, de no ser por el doctor Lidenmann probablemente estaría muerto.

Cosas que sus compañeros de trabajo muy probablemente no tuvieran que pensar, casi ninguno había ido a la guerra, mucho menos estaban dentro de una organización ilícita y tan silenciosa como él, tampoco parecía interesarles ir más allá de lo establecido.

Pero eran bastante amigables, perfectos para ir de juerga o platicar un rato, incluso para ayudarlo a conocer más del mundo de lo que ya había visto, por eso cuando lo invitaron a ir por unas copas...

Acepto.

Pasaron un buen rato en el bar, charlaron, apostaron un poco de dinero en los dardos, hicieron una competencia de fuerza y de quien aguantaba más bebiendo, lo típico.

—Oh vamos Oliver quédate un poco más, apenas y bebiste algo, no me digas que los británicos se rinden tan fácil—dijo uno de los cinco hombres que lo habían acompañado.

—Tsk... ¿me ves cara de militar francés?, tengo cosas que hacer y si no me voy ahora llegaré tarde a mi compromiso, de verdad me gustaría seguir con ustedes.

La obsesión tiene rostro de mujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora