Vida cotidiana (1/2)

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Andy soplo la vela de su pastel enfrente del enfermo, oficialmente hoy tenía veintidós años.

Lo que una vez fue una fecha especial puesto que cumplía después de navidad y amaba como su madre había convertido ambas fechas en un evento exclusivo con montones de obsequios, decoración exquisita y una variedad de bebidas y alimentos que eran la envidia de su escuela, ahora nada más era un recordatorio de su secuestro.

Ayer había recibido como obsequio un papel que le acreditaba haberse graduado de enfermera en un país europeo, esta noche obtenía un...

¿Un collar de perlas?, era muy parecido al que su padre y el habían escogido cuando su madre se enteró que este tenía una amante en Navidad.

Fue horrible, pero conocía lo suficientemente bien a su madre para saber que no haría un escándalo ese día, incluso fue él quien tuvo los pantalones para darle el regalo a su madre para que disculpara a su padre, consolándola en el proceso.

Entonces, ¿cuál era la razón para recibir esta clase de regalos?

Últimamente vagaba demasiado en sus pensamientos, se perdía en los programas de televisión o los libros, y es que la otra alternativa era confrontar su realidad.

Una en la que se la pasaba llorando de frustración, en la que no podía asomarse ni siquiera a la ventana porque su cuerpo se congelaba rememorando las sesiones de electroshocks a la que fue sometido, ni siquiera podía ser tocado por Oliver sin temblar después de la paliza que recibió.

Vaya que Oliver lo había jodido, no podía creer que se estuviera rindiendo de esta manera, había salido de situaciones peores que involucraban a la policía, intento de asesinato por bandas rivales e incluso se salió con la suya contrabandeando drogas.

Esto debería ser nada y sin embargo casi rompe un plato en el fregadero cuando el contrario le dijo que se arreglara para salir.

Su primera salida.

Una oportunidad.

Una oportunidad para escapar.

Mantuvo la compostura en todo momento sería sospechoso que estuviera tan feliz de repente, tenía que convencer al contrario que había perdido toda esperanza y a la primera salida escaparía sin mirar atrás...

Que mierda estaba pensando, si quería huir para siempre debía tener un plan, ganar su confianza, que bajara la guardia, tenerlo envuelto en su meñique, las mujeres hacían eso todo el tiempo así que debía ser fácil, eso si podía fingir un bueno comportamiento por el suficiente tiempo.

Pero primero...

"La prueba de fe"

Eso no era gratis y Oliver lo estaba mirando en todo momento desde que le dio la jeringa, tenía que inyectarse las hormonas si quería ganarse la salida, su mano temblaba, de por si poner una inyección era complicado, ponérsela en glúteo a si mismo lo era más y cuando estaba apunto de hacerlo se detuvo, ese líquido era el responsable de todos us cambios sabía lo que pasaría una vez que entrara a su sistema.

Estaba dudando demasiado, la jeringa se iba a tapar y Oliver solo bufo por su indecisión levantándose para quitársela de la manos, en ese momento solo lo hizo.

Gimió un poco por el ardor del líquido, sin embargo gracias a la sonrisa del contrario sabía que lo había logrado.

🗽🗽🗽🗽

El restaurante denotaba elegancia, belleza y una opulencia a la cual estaba acostumbrado, sin embargo todo se sentía diferente.

Que la mirada de tanto hombres como mujeres le siguiera no era algo tan raro para el, siempre había tenido una imponente presencia con sus ropas de malandro y su gran estatura, pero portar un vestido negro ceñido a la cintura que dejaba al descubierto parte de sus clavículas, brazos y pantorrillas, era una nueva descripción del infierno, apenas podía caminar con seguridad por semejante humillación.

La obsesión tiene rostro de mujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora