Talking to the moon.

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Cinco años después. 

Primero de Enero, cumpleaños de Minjeong.


— ¿Estás lista? Yeji pasará por nosotras en unos minutos, viene junto a Ryujin y nos encontraremos con Félix y Christopher en el restaurante. — La voz de Aeri entrando a la habitación resonaba por todo el espacio, mientras Minjeong quién mantenía su vista fija en su teléfono no parecía inmutarse en lo más mínimo. — Hey, no te has cambiado de ropa. ¿No te gustó lo que elegí para ti? — La pelinegra cuestionó, acercándose a la más baja quién notoriamente llevaba puesta la misma ropa que había usado el día en que Jimin murió.

— Vayan ustedes, me quedaré a esperar a Jimin en el aeropuerto. — La voz de Minjeong sonaba apagada, parecía que no existiese un alma dentro de ella y sus ojos se veían vacíos. Aeri soltó un suspiro, bajando su mirada un par de segundos para evitar observar con sus ojos llorosos a su amiga frente a ella.

— Minjeong, ya pasaron cinco años de que Jimin se fue. — El tono de voz de la japonesa era bastante bajo y lo suficientemente tranquilo para hacerle entender a la contraria que la comprendía, que ella sentía el mismo dolor que Minjeong pudiese sentir, pero mucho más le afectaba ver como su mejor amiga cada año pasaba por la misma situación el día de su cumpleaños. Era como si su mente se hubiera quedado atascada en ese día, en el día en que la llamaron para indicarle que Jimin no había sobrevivido al coma y finalmente su corazón había dejado de latir. Minjeong desde ese día había perdido esa chispa que la caracterizaba, pues esta misma se había muerto junto al amor de su vida.

— ¿De qué hablas? Acabo de hablar con Jimin hace media hora, me dijo que la esperara en el aeropuerto. — Minjeong giró su rostro para observar a la chica que estaba de pie en el otro extremo de la habitación  y quien derramaba un par de lágrimas. — Ven a ver por ti misma, incluso me envió una foto de los regalos que me traería.

— Esa conversación es de hace cinco años, Min. Fue horas antes de su accidente. — La chica limpió aquellas lágrimas rebeldes que se asomaron por sus ojos con el dorso de su mano y observó a la menor, notando como la Minjeong de hace cinco años seguía ahí y no había avanzado en el tiempo como todos los demás hicieron, fue entonces cuando sintió su corazón doler.

— ¿Cinco años?, ¿Aeri qué te sucede? Siempre dices cosas sin sentido pero esta vez estás molestándome. — Minjeong se levantó del sofá y caminó hacia su bolso que se encontraba en la mesa del comedor. Aeri no había notado que las pertenencias de Jimin en esa casa permanecían intactas desde hacía ya cinco años desde su partida, su taza de café estaba en el mismo lugar de siempre y estaba cubierta por una fina capa de polvo, sus zapatos en la entrada comenzaban a ensuciarse, incluso había permanecido un cárdigan negro encima de uno de los sofás de la sala, este mismo era el favorito de Jimin.

— Escúchame, Min. — La mayor caminó hacia su amiga, tomándola por uno de sus brazos para girarla y observar su rostro, un rostro que no era el de ella, era el rostro de una chica a la que le habían arrebatado la vida, su vida quién había sido su mejor amiga. — Tómate tu tiempo, ¿sí? Sé que no querías celebrar tu cumpleaños, pero somos tus amigos y queremos que salgas de este bucle, es un circulo que terminará matándote de tristeza, y yo... — La voz de Aeri terminó por romperse, a lo que bajó su mirada mientras apretaba sus ojos con fuerza para evitar derramar otra lágrima. — Yo no quiero perder una amiga de nuevo, Yizhuo y tú son lo único que tengo. 

Minjeong escuchó atenta las palabras de su mayor, su cerebro no terminaba de comprender del todo, pero esto era debido a que se había quedado estancada en ese momento que la rompió. Su pecho dolía y sabía que no estaba bien, estaba lastimando a la gente que quería pero no sabía como salir de ese bucle, así que solamente bajó la mirada, escuchando un suspiro más que nada de lamento por parte de la ajena.

—  Estaré con Yeji, baja cuando estés lista. — Aeri depositó un pequeño beso en la frente de su amiga y salió del departamento de la menor, dejando a la misma con un sentimiento de vacío en su interior. Minjeong no se movió ni un centímetro por unos minutos hasta que finalmente su vista se dirigió al cárdigan en el sofá.

— ¿Jimin, llegaste a casa? — Su voz se escuchaba totalmente apagada y su actitud había cambiado, ahora solamente existía la Minjeong de la noche del treinta y uno de diciembre de hace cinco años atrás. — ¿Jimin? — Minjeong caminó con cautela por la sala, observando las cosas de la chica que había amado más que a ella misma. — ¡Jimin! — Soltó un pequeño grito mientras caminaba hacia la cocina la cuál estaba vacía, inmediatamente pudo sentir como aquel sentimiento de intranquilidad comenzaba a invadirla. — Jimin, ¿dónde estás? — Volvió a preguntar, comenzando a abrir cada una de las puertas de su pequeño departamento; el baño estaba vacío, la habitación que en un tiempo le perteneció a Jimin estaba vacía, su estudio, la azotea, todo estaba vacío y la única persona que se encontraba ahí era Minjeong, esperando recibir una mínima señal de que su novia estaba junto a ella.

Minjeong comenzó a temblar, su vista comenzaba a nublarse debido a las lágrimas y no se sentía ella misma, ahora se sentía desesperada por encontrar a su mayor quién ya no estaba más con ella y entró a cada una de las habitaciones, moviendo todo de lugar mientras pequeños gritos desesperados que llamaban por el nombre de Jimin salían por sus labios y se mezclaban con las lágrimas que se resbalaban por sus mejillas. Su habitación había sido un desastre y su estudio siguió los mismos pasos, habían papeles regados por todas partes y las cosas estaban fuera de lugar.

— ¡Yah!, ¡Yah, Yoo Jimin! — Los gritos de Minjeong se escuchaban por todo el departamento y podía asegurar que todos sus vecinos la habían escuchado agonizar, la chica comenzó a destruir cada cosa que se le atravesara por su camino. Primero comenzó lanzando el florero que estaba en la mesa de comedor y que en el se encontraban las flores favoritas de Jimin, después continuó con sus recuerdos del viaje a Estados Unidos que hizo junto a su mayor al salir de la escuela media. Jimin no podía dejar de gritar y su llanto de dolor se comenzaba a transformar en un llanto de muerte, porque en ese momento, la Minjeong que se había quedado estancada hace cinco años atrás estaba muriendo para encontrarse junto a las memorias de quién fue su amada. — ¿Dónde estás, Jimin?, ¿por qué me dejaste? — La chica soltó aquellas preguntas al aire, tambaleándose en el centro de la sala que ahora estaba hecha un desastre, su mirada se pasó unos segundos hacia su teléfono que vibraba por encima de la mesa del comedor, alguna de sus amigas estaba llamando, pero Minjeong ni siquiera tenía cabeza para pensar en sus amigas, porque Minjeong no era Minjeong.

— Eres una mentirosa, Jimin. — Minjeong habló al aire nuevamente, tomó el cárdigan del sofá y lo observó un par de segundos antes de lanzarlo a la puerta de la entrada. — Dijiste que te casarías conmigo, ¿no es así? Dijiste tantas cosas y ahora no estás. — La chica volvió a mencionar, soltando una carcajada mientras llevaba su mano a su cabello, despeinando el mismo debido a la desesperación y frustración del momento. Ahora estaba sonriendo, pero su sonrisa dolía a la par en la que sus lágrimas caían por sus mejillas. — Me mentiste, ¡no cumpliste tu promesa de regresar, de que todo estaría bien! — Un último grito salió por sus labios antes de dejarse caer al suelo, completamente exhausta y enloquecida. Comenzó a reír por unos minutos antes de abrazarse a sus rodillas, mezclando aquellas risas con el llanto que comenzaba a llegar nuevamente.

— Dijiste que siempre estarías a mi lado y ahora no estás... Estoy sola, Jimin. — Minjeong se abrazó a sus rodillas con fuerza, buscando en su interior la sensación de lo que habían sido los brazos de su mayor sosteniéndola con fuerza como muchas veces había hecho. — Estoy sola, Jimin. Me dejaste sola y ahora no sé cómo avanzar sin ti. — Minjeong finalmente confesó, dejando salir aquel llanto que había reprimido durante cinco años atrás, un llanto que más de dolor era de liberación.


Minjeong permaneció llorando en esa misma posición por horas, sus amigos habían subido hasta su departamento y no terminaban de comprender porque su departamento estaba hecho una completa mierda, sin embargo Minjeong no había hablado absolutamente nada y solamente permaneció así, dejando salir todo aquello que la había mantenido prisionera por cinco años seguidos, dejando salir todo lo que había impedido que Jimin pudiera descansar.


Talking to the moon. ⋆ Winrina. [Short story]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora