Tres

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—No se trata de no saber decidir —indicó Corinne, prosiguiendo con una conversación que a mí me parecía como mínimo sumamente transgresora, pero que mantenía a Geltrude interesada y asintiendo con entusiasmo a cada palabra que su amiga decía—. Se trata, por el contrario, de decidir. Decidir fuera del margen que nos indicaron, Mercedes. Si te sientes cómoda amando a dos personas, ¿qué tiene de malo?

—No puedo siquiera pensar en la idea de amar a dos personas. —admitió la rubia, con acento británico—. A mí juicio, Mary Wollstonecraft estaba cediendo ante los deseos de Henry Fuseli, que no podía jugársela por sus sentimientos y terminar con su esposa. No puedo pensar en algo más enajenante que aceptar un acuerdo que sólo beneficia al hombre.

Estaban hablando sobre el rumor que existía sobre una autora muerta hace tan solo unos años, y de la cual yo no había escuchado jamás, pero que, supuestamente había propuesto a la esposa de Henry Fuseli —su amante— una relación de tres. Y no solo eso, sino que había escrito varios libros escandalosos, uno sobre la vindicación de los derechos de las mujeres, titulado con ese mismo nombre.

Sí, yo tampoco podía pensar en esa posibilidad.

—Pero Mary estuvo enamorada de Fanny Blood antes, ¿no? Fueron a vivir juntas, tenían un plan de vida en común, levantaron una escuela, y cuando Fanny enfermó, ella se mudó a Lisboa con su esposo, pero Mary decidió dejar toda su vida e ir a cuidarla allí hasta que murió. —agregó Geltrude, con emoción, y al ver mi cara de sorpresa sonrió en mi dirección.

Mercedes la miró confundida. —¿No eran amigas?

—Siempre se les da el título de amigas a dos mujeres que se aman, aunque ese amor sea algo romántico.

¿Dos mujeres que se aman románticamente? Eso fue demasiado para mí, así que me levanté del asiento, casi mareada de información. ¿Relación de tres personas? ¿Mujeres escritoras hablando sobre educación igualitaria? Dios mío, solo de pensarlo sentía que a mamá le daría un ataque.

—Discúlpenme. —dije, aunque mi voz sonó en un susurro, y caminé con seguridad con dirección a los jardines.

Había sido un error venir aquí, ver y oír todas esas ideas sólo perjudicaría mi genio y haría más difícil mi destino. Quizás hasta terminaría con histeria.

Solo de pensarlo sentía que el aire abandonaba mi caja torácica, ya suficientemente apretada con el corsé que usaba desde los catorce años. Miré al cielo, posando una mano en mi pecho en busca de aire.

—¿Estás bien? —escuché la voz de Geltrude a mis espaldas.

Volteé hacia su dirección, el sol escondiéndose en el horizonte hizo que sus reflejos castaños se vieran más claros y brillantes. Tragué. —Debo...mi madre está esperando por mí. Bueno, toda mi familia y...y la familia de mi futuro esposo.

Frunció el entrecejo casi como una niña pequeña. —¿Futuro esposo?

Asentí, como si la idea me pareciera maravillosa. —John Bryselton.

Sonrió con diversión. —Y ese tal, John Bryselton... ¿es tan petulante e insípido como su nombre o es una persona casi normal?

Ahora fui yo la sorprendida, totalmente a la defensiva. Venía criticando mi vida, mi voz, mis gestos desde que nos topamos en la biblioteca, ¿quién creía que era?

—No sólo es casi normal, debe serlo en su totalidad. Su familia es totalmente respetable, y su posición segura y beneficiosa, no entiendo porqu...

—¿Debe serlo? —intercedió—, ¿no lo conoces y te casarás con él?

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⏰ Última actualización: Mar 03, 2022 ⏰

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