Mi querida rosa.

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Un par de ojos azules lo observaba detenidamente, conocía esos ojos por alguna razón y se dio cuenta de quien eran. Los latidos de su corazón se incrementaron de alguna manera precipitada y el chico de cabello cobrizo rio con dulzura, pellizcando una de las mejillas del menor.

Era Invierno nuevamente y aproximadamente había pasado otro año cuando había vuelto en sí. Y lo primero que vio fue un chico curioso de ojos gentiles observándolo, era demasiado adorable.

“Hey, lindo chico de la libreta ” pronunció con lentitud. Era una voz cálida, con un acento algo peculiar un poco extraño, tenía unos lindos ojos azules que lo observaban con una curiosidad infinita a través de ellos. De repente, sus mejillas se tiñeron de un suave color rosa que hizo que el chico ahora en cama, quisiera abrazarlo o al menos apretarle las mejillas sonrojadas.

“Damián...”, susurró en cambio el chico sonriente. No podía moverse, sus labios a duras penas obedecieron el articular aquel sonido que sonó como el tintineo de una campanilla. Su voz aun seguía siendo la de un chiquillo, aguda con aquel tono grave que se intercalaba entre el nombre mencionado.


El chico de cabellos cobrizos sonrió, era una linda sonrisa. Tímida, tierna y sorprendentemente inocente para cualquier persona que la viera.


“Ese soy yo”, se encogió de hombros y alargó una de sus manos para tocar el cabello negro que había vuelto a crecer. Realmente no conocía al niño acostado en la cama y oh vaya, se sentía un tremendo pedófilo por estar pensando que el chico de cabellos negros era caliente, caliente en el estilo de enfermo sexy pero caliente al fin y al cabo con una piel demasiado pálida y unos ojos sencillamente asombrosos ante sus ojos que tenían una tonalidad parecida. La diferencia eran las pequeñas matas de tonos verdes en el iris a diferencia de las de Damián, que tenía los ojos completamente azules o más bien celestes.

“Tus ojos son lindos como lo supuse siempre... Eso es un alivio. Alan nunca me contó cómo eran tus ojos, algo egoísta de su parte, ¿sabes?”

Damián rio suavemente pasando sus dedos sobre la mejilla con pequeñas pecas del chico debajo.

“Más egoísta de tu parte fue el no incluir tu nombre en la nota, chico lindo desconocido no tan desconocido”.

Era cierto, nunca se lo había mencionado siquiera, tampoco recordaba el habérselo dicho a Alan en lo absoluto pero eso realmente no importaba porque ahora tenía un chico de diecinueve años casi encima de uno de diecisiete. Y uno realmente caliente, caliente como el demonio y demasiado tierno.


“Me llamo Daniel”


Damián sonrió nuevamente, casi invitando al otro chico a hacer lo mismo. Sus labios parecieron haber hecho un patito, y entonces mostró la hilera de dientes recargándose sobre la camilla.

“Entonces, mi querido Daniel. Tal vez me has gustado por algo así como un año”.

Daniel rio, con mucho esfuerzo lo hizo ya que su cuerpo se sentía entumecido y no apto para obedecerle.

“Yo te he querido algo así como cuatro años, creo que te gano, mi querida rosa”.

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