El Dos De Uno

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Llevamos con nosotros dos llamas; una que quema caliente, la otra un frío que quema. Cada una envolviendo nuestro destino. Pues desde el momento en que tomamos nuestro primer aliento las llamas se encienden y siguen ardiendo hasta que nosotros mismos seamos apagados. Ambas siendo los dos lados del hombre, los dos lados de destino. Ambas son los dos lados de un todo, dos partes que componen un alma.

Las llamas en sí son lo que nos espera aquí y mas allá. Ambos los dos lados del mundo del hombre. Son lo que tememos, son lo que soñamos. Lo que juzgamos y por lo que somos juzgados. Diferente, por supuesto, pero lo mismo... ¿Por lo que entonces, que sería uno sin el otro? Serían nada. ¿Qué seríamos si fuéramos uno solo? ¿Qué seríamos si fuéramos ninguno? No seríamos nada.

Porque el hombre no puede vivir creyendo que puede ser uno o el otro. Porque el hombre no puede vivir como uno ni el otro. No hay más remedio que equilibrar la balanza moral, porque si no el hombre será quemado o congelado hasta morir. Si es así, él caminará y respirará como el resto. Él hablará y actuará como el resto. Pero por seguro que está muerto. Habiendo ser consumido por un único ideal, haciendo de su vida una llena de miseria o vacía de encanto. Haciendo el hombre incapaz de ver los verdaderos colores de la vida, cegado por la furia de su llama.

Pues el hombre, siendo ni santo ni bestia, sólo puede aprender a equilibrar las llamas. Sólo él puede decidir para calmar o fortalecer uno o el otro, ambos o ninguno. Pues las llamas son sólo una definición, el hombre su definidor y la vida que vivimos su significado.

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