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Capítulo uno. El extraño caso y el asesinato de Kim Yoonsoo.

(...)

En mis años más jóvenes y vulnerables, mi padre me dio un consejo al que he estado dando vueltas en mi mente desde entonces. «Siempre que tengas ganas de criticar a alguien», me dijo, «solo recuerda que toda la gente de este mundo no ha tenido las ventajas que tú has tenido».
El Gran Gatsby.
—F. Scott Fitzgerald

Acto I.
Long Dosim, 1937.

Cuando Kim Yoonsoo fue encontrado muerto en la acera frente al edificio donde vivía, fue la noticia de la semana. Todo el mundo quería saber qué le había sucedido al famoso reportero de investigación, qué podía haberle pasado, si se había caído desde la ventana del apartamento y había muerto así, aplastado contra el suelo.

Los periódicos no olvidaron, recordando durante días todas las razones que alguien podría haber tenido para un intento de asesinato contra el joven reportero, y hablaron de todo. Se destacaron los artículos escritos por Yoonsoo denunciando a los más terribles criminales del país. Esto y su conocida preferencia por los hombres, algo que no tenía nada que ver con las investigaciones, sino con la sociedad en pleno 1937, fue lo suficientemente escandaloso como para vender todos los periódicos en el quiosco.

Ni siquiera la policía pudo decir con exactitud lo que le ocurrió a Yoonsoo. Tras registrar su apartamento y estudiar la escena del crimen, los investigadores descubrieron que todas las pistas indicaban un suicidio.

La puerta de la casa no parecía haber sido rota, lo que significaba que no podía haber habido una invasión, al igual que no había señales de que hubiera habido algún forcejeo dentro del apartamento. Tras el análisis de los peritos, se confirmó que la víctima había caído desde la ventana del salón, con el cuerpo hacia delante y la cara hacia el suelo.

Sin embargo, los detectives sabían que había algo raro.

En ese mismo periodo, en el interior del país, hubo casos de hombres encontrados muertos de la misma manera que Kim Yoonsoo, pero no habían sido reportados en los medios de comunicación con tanta atención como la muerte del periodista. Sin embargo, se reabrieron tras el caso de Kim Yoonsoo.

La ola de asesinatos parecía seguir un mapa, con una primera víctima encontrada en la frontera del país, luego otra en un centro urbano, hacia el sur. Pronto otra en la pequeña frontera de Hong Village y así en una línea recta que descendía hacia la capital, Long Dosim, donde la víctima habría sido Kim Yoonsoo.

No era un crimen aislado, se dieron cuenta. Alguien estaba matando gente en serie. Prueba de ello era cómo, salvo el periodista de investigación, todas las víctimas parecían tener el mismo perfil: adinerados, casados, de profesión banqueros y con una edad superior a los 40 años.

Además, exactamente todos, incluido el periodista, habían sido encontrados por la policía de la misma manera: arrojados al suelo como resultado de una caída, con la cara aplastada contra la acera frente a los propios apartamentos, como si hubieran abierto voluntariamente las ventanas de su casa y se hubieran lanzado desde allí.

No tenía ningún sentido. No podía ser un suicidio, después de que todas las muertes se sucedieran en secuencia.

—¿Entiende lo que quiero decir, señor Park? —preguntó Kim Jongdae, jefe de policía del Departamento 15° de Policía de Long Dosim. Era el responsable de la investigación y habló después de finalizar su explicación del caso a Chanyeol, que estaba sentado frente a él.

Era todavía muy temprano cuando Park Chanyeol recibió una llamada, solicitando su presencia en la comisaría. El propio jefe de la comisaría había recibido a Chanyeol abriendo la puerta de su despacho con una cordialidad desconocida para él. En ese instante, se dio cuenta de que algo no iba bien.