Alivio y Dolor

386 44 7
                                    

No pude dormir pensando en nuestra última conversación por mensajes de texto. Sé que nunca lo haría. Sé que nunca lastimaría a Clara, nunca la traicionaría con ninguna mujer; lo que no sé es por que eso me ha hecho sentir tanta melancolía. Tal vez porque la envidio un poco, porque hubiera querido encontrarme a alguien en la vida que apostara tanto por mí. Tal vez porque estoy reconociendo que se siente extraño que mi corazón siga tan ligado al de Poncho después de tantos años y tantos cambios, pero que ya nada pueda ser cómo antes, ya no se siente tan libre darnos un abrazo, ya no puede dejar de mirar el reloj cuando estamos platicando, quedarnos dormidos en el sillón se siente cómo un crímen. Sé que cualquiera pensaría que es lo normal ya que somos adultos y ha pasado tanto tiempo, pero eso es porque nadie más que nosotros entiende lo que teníamos.

Mientras doy vueltas y vueltas en la cama, cuidando de no lastimar mi tobillo, no puedo dejar de ser bombardeada por recuerdos. Cuando éramos niños, solíamos tener peleas tontas en ocasiones. Me enojaba con él si no me esperaba a la salida de clases para irnos juntos o el solía enfadarse conmigo si me quedaba dormida viendo star wars, pero siempre hacíamos las paces casi de inmediato. Sólo recuerdo una discusión específica que tuvimos, aunque ya estábamos más grandes, teníamos 16 años y yo estaba extremadamente angustiada debido a qué él empezó a estudiar los fines de semana con Sol, la chica que le atraía. Recuerdo no entender el motivo real de mi angustia; y recuerdo que la respuesta que me daba a mi misma era que temía que el priorizara a alguna otra chica y nuestra amistad se perdiera. Ahora, estoy aceptando que tal vez no era exactamente eso.

— Sólo estaban estudiando? — Le pregunté sin mirarlo, ambos sentados en los escalones del porche trasero de mi casa. No podía mirarlo porque estaba realmente furiosa debido que me dejó esperándolo más del tiempo acordado.

— Si — Contestó — A eso fui a su casa

—Ok. ¿Estudiaron durante cinco horas seguidas? — pregunté, tratando de ocultar el enojo en mi tono de voz

— ¿Acaso teníamos un tiempo límite para estudiar?

— No he dicho eso Alfonso — Respondí irritada

— Uy uy, sólo me dices Alfonso cuando estás molesta — Me hace mirarlo — ¿Que pasa?

— Pasa que no entiendo por que ya no confías en mí, es imposible que hayas estado únicamente estudiando durante cinco horas con la chica que te gusta. Pensé que éramos amigos y que me contabas todo, yo te cuento todo lo que hago

— ¡Es que no te estoy ocultando nada! Estudiamos, comimos juntos, platicamos un rato y nada más

— ¿De verdad crees que soy tan ingenua?

El suspiró y sacudió la cabeza, se detuvo unos segundos cómo si acabara de descubrir algo y frunció el ceño, observándome

— ¿Por qué te molesta tanto? —Pregunta — De verdad, estás actuando cómo si hubiera cometido en crimen

— Ya te lo dije

Desvié la mirada porque estaba poniéndome nerviosa, precisamente porque no encontraba una respuesta convincente y no entendía si estaba tratando de convencerlo a él, o de convencerme a mi misma de que sólo odiaba que no confiara en mi

— Bueno. Pero necesito que creas en mí — tomó mi mano — Te lo juro enana, no hay nada que te esté ocultando. Confío en tí — Afirma — No pasó nada. Soy el imbécil que estuvo cinco horas con una mujer muy atractiva y no hizo nada

Lo miré con una y poco a poco esbozé una pequeña sonrisa y ambos terminamos riéndonos. En ese punto le creí, sabiendo que mi mejor amigo nunca fue precisamente un conquistador, pero lo que más recuerdo de ese momento fue La vergüenza que sentí por mi berrinche y la confusión que guardé silenciosamente durante semanas, preguntándome por qué sentía tanto miedo de que Poncho se enamorara.

Después de la LluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora