Presente...
Había estado contado los minutos y las horas durante la mayor parte del día. No porque ya quisiera irme o porque no me gustará estar ahí, todo lo contrario. Amaba mi trabajo, adoraba a cada uno de los abuelos, dejarlos por segunda vez iba a ser demasiado difícil para mí.
Mientras caminaba por el pasillo, muchos recuerdos me invadieron, uno tras otro llegando a mi mente, dejándome con una avalancha enorme de emociones y sentimientos. El corazón me latía con fuerza y con cada paso que daba, sentía que una parte de mi se quedaba en aquel lugar.Trabajar ahí marcó un antes y un después en mi vida y habían sido tantas cosas las que había vivido ahí, que el simple hecho de saber que ya no volvería, dolía. Había dedicado un año siete meses de mi vida a ese lugar, a todas aquellas personas que se habían vuelto parte importante de mi vida. Pero no había vuelta atrás.
Durante el camino no mencioné ni una sola palabra. Tenía un nudo en la garganta y las ganas de llorar estaban latentes, las lágrimas amenazaban con salir y yo tuve que poner de todas mis fuerzas para evitar hacerlo.No llores. No llores. No llores...
Me repetía a mi misma.
Ya me había ido una vez, pero está se sentía diferente, muy diferente. En el fondo sabía que las cosas iban a cambiar y no sabía muy bien como tomar eso, como procesarlo.-¿Vas a llorar?- pregunto una vez que llegamos al portón.
Tragué saliva-No-
-¿Tienes ganas de llorar?-
¿La verdad?... sí. Sí quería llorar. Pero no lo haría.
-No- respondí sintiendo mi voz temblar.
-Ajah...- murmuró él. Me conocía perfectamente y sabía que estaba mintiendo. Yo era como un libro abierto para él.
Miré el suelo, manteniendo los brazos cruzados sobre mi pecho, evitando a toda costa hacer contacto visual con él, sabía que sí lo hacía me echaria a llorar y no quería. Aunque no tenía sentido puesto que ya me había visto llorar antes.
-Yo no porque ya lo hice, cuando tú no lloraste- Agrego en tono juguetón. Sus palabras me hicieron recordar aquel momento, hacia tan solo dos días atrás.
Y me ví a mi misma de pie frente a él, con mis brazos al rededor de su cintura, los de él rodeándome la espalda en un apretado abrazo, acercándome hacia su cuerpo, mi oído pegado a su pecho escuchando los latidos de su corazón. Ahí, era donde quería estar. Bastaba un simple abrazo de él para hacerme sentir tranquila, en paz. Para hacerme saber que las cosas estarían mejor. No había otro lugar en el que quisiera estar.
Pensar en eso solo provocó que las ganas de llorar aumentaran. Quería abrazarlo, y quería decirle tantas cosas...que no sabía cómo comenzar.
Y ahí estaban de nuevo las lágrimas. Malditas lágrimas, las odiaba.- Cualquier cosa que necesites sabes que aquí estoy- dijo al momento que abría la puerta.
- Losé, gracias-
Una vez fuera miré la calle que aún estaba en reparación. Llevaban semanas y aún no podía terminar, era un desastre.
-Si quieres venir yo te aconsejo que lo hagas en dos semanas, para que no andes tan sensible-
Ya había pensando en ello, y llegué a una conclusión la cual no me hacía del todo feliz la verdad. Yo me iba para buscar muevas oportunidades de trabajo, para crecer profesionalmente, pero también me iba para poner un poco de distancia entre nosotros. Creo que era lo más sano para ambos.
Asentí levemente pero no dije nada al respecto.-¿Ya pediste tú Didi?-
Suspiré y lo miré. -No, creo que me iré en ruta-
-¿Y eso?-
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LO QUE PASO ANOCHE
Novela JuvenilAmigos con derecho y sin derecho de tenerte siempre... Y siempre tengo que esperar paciente El pedazo que me toca de ti.