[universo 1] Baloncesto.

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La escuela había comenzado hace unos meses y ya sabía cuales profesores iban a ser sus favoritos. A los catorce, pasaba la mayoría de las horas junto a sus amigos, y casi todos tenían los mismos gustos. Era muy pronto para saberlo, pero sentía que los conservaría el resto de su vida.

La profesora de ciencias, Lourdes Ordoñez era amigable, cercana y comprensiva. Se notaba a simple vista que amaba su trabajo, era joven y alegre. Su sueño era convertirse en investigador, o científico, o biólogo, así que aprovechaba cada oportunidad para quedarse un rato mas en el laboratorio, sin mencionar que la mujer era guapísima. Todos los chicos tenían un crush con ella.

-Profesora Ordoñez -habló el chico rubio desde su mesa de trabajo- He terminado con el experimento y creo que los cálculos están bien. Cogió sus cosas y caminó hasta donde ella estaba, dejando el folio sobre el escritorio.

-A simple vista está perfecto Teo -contestó mirando el folio con atención- Si sigues así serás el mejor de la clase -agregó y el adolescente se sonrojo un poco.

-Teo es un poco nerd -comentó Libertad a su amiga que se sentaba atrás en voz baja.

-Igual te gusta, aunque le falten las gafas.

-Shhh que ahí viene. -habló Libertad antes de que se siente a su lado.

El sonido de alguien golpeando la puerta los distrajo. No esperó a que respondiesen y entró al salón sin más.

-Escuchadme, atención -dijo con voz firme- Las pruebas para el equipo de basquetbol son mañana a las nueve treinta. No quiero holgazanes, tampoco impuntuales -dijo mirando a la clase- Además, el profesor de gimnasia se ausentará un tiempo debido a una lesión, lo que significa que yo seré vuestra profesora a partir de esta semana.

Los alumnos le miraban con un poco de miedo y desconfianza. Por el contrario, la profesora de ciencias tenía otros ojos para la morena.

-El profesor Hernán fue muy comprensivo y demasiado misericordioso con vosotros -siguió hablando la mujer- Yo no acepto excusas, solo me vale el sacrificio. Os convertiré en deportistas, aunque sea lo último que haga. -comunicó y volvió hacia la puerta.

- ¿Y esa mujer? -preguntó Libertad sin entender que pasaba.

-Es el terror de los chicos de dieciséis, la entrenadora Ledesma. -comentó un chico de atrás.

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Luisita terminaba de colocar los platos en la mesa a la vez que la comida se estaba terminando de hacer. Sonrió al escuchar a lo lejos el sonido del carro estacionándose. Su hijo y su esposo llenaban sus días de alegría y la alejaban de su estresante trabajo de contable.

-Mamá -saludó el adolescente sin ganas entrando a la cocina y dirigiéndose al refrigerador.

-Teo, las manos. -le dijo acercándose y dándole un beso en la mejilla. El adolescente puso los ojos en blanco, fue a lavarse las manos y volvió a abrir el refrigerador en busca de zumo- ¿Qué tal la escuela?

-Dice que le duele todo el cuerpo -respondió su padre entrando detrás de él.

Mi amor -le dijo al hombre alto y se acercó a darle un beso corto en los labios - ¿Por qué? -preguntó mirando a su hijo con atención.

-Seria por quien -le corrigió- Amelia Ledesma, la nueva entrenadora. -respondió el adolescente cerrando la puerta de la nevera con fuerza- Se cree que estamos en la mili.

-No será para tanto, hijo. -dijo Sebastián.

El chico miraba su vaso y se servía un poco del liquido. Se sentía frustrado y Luisita lo percibía, en ese sentido se parecía a ella, solía guardarse las cosas hasta explotar.

¿Que pasaría si...? #LUIMELIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora