Cap 1: Cumpleaños

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Ya muy tarde en la gran capital, Colombia dormía plácidamente en su cómoda cama

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Ya muy tarde en la gran capital, Colombia dormía plácidamente en su cómoda cama. Como cualquier persona a las 12 de la noche de un jueves, después de un largo día de trabajo con montañas de documentos, reuniones y entrevistas.

Por lo tanto, podrán imaginar lo que se siente ser despertado por una fuerte y estruendosa música a las afueras de su casa.

Colombia dio vueltas sobre su cama, poniendo la almohada sobre su cabeza para minimizar el ruido, lo que claramente no sirvió. Así que, después de unos segundos, se rindió y se sentó en su cama con toda la voluntad de cometer un asesinato hacia quien fuera que estuviera haciendo ese estruendo.

—¡¿A quién hijueputas se le ocurre poner mariachis cuando la gente decente está durmiendo?! —exclamó irritado, tomando su celular dispuesto a llamar a sus guardias de seguridad para que callen el horrible alboroto.

Pronto, las neuronas de Colombia hicieron contacto. Primero, vivía en un conjunto cerrado donde vivía pura gente rica y amargada, lo cual hacía totalmente imposible que contrataran mariachis o que les trajeran mariachis. Segundo, sus guardias se habrían encargado del ruido hace rato. Tercero, eran mariachis. Cuarto, el día de su cumpleaños había empezado hace 10 minutos. Quinto, tenía un amigo llamado México.

Respiró profundamente abriendo lentamente las cortinas de su balcón, viendo al único idiota que se metería en su casa a las 12:11 de la noche para traerle mariachis que le cantaran las mañanitas. Y lo peor de todo es que ni siquiera había amanecido para que le cantaran las mañanitas.

México se dio cuenta de inmediato cuando Colombia abrió las cortinas y saludó con los brazos en alto mientras sonreía sin parar. El hermoso y fino traje negro de mariachi que traía le quedaba tan bien, que nadie dudaría que fue confeccionado y creado especialmente para él.

—¡Feliz cumpleaños! —gritó con fuerza mientras reía, y Colombia sintió que las inmensas ganas de cometer un asesinato disminuían lentamente mientras México celebraba— ¡He ganado esta vez! ¡Fui el primero en felicitarte! ¡JAJAJAJA! ¡Te he ganado, Surcorea!

—Idiota... —susurró entre risas mientras se colocaba su bata de dormir y bajaba las escaleras hasta llegar a la puerta.

Apenas abrió la puerta, México tomó el micrófono y empezó a cantar. Colombia sonrió con dulzura mientras se cruzaba de brazos frente a él.

Cuando la música paró y México le devolvió el micrófono al mariachi, Colombia se acercó a él y, sin previo aviso, le dio un fuerte jalón de orejas que hizo que México dejara de sonreír.

—¡Auch!, ¡Auch!, ¡Auch! —se quejaba mientras Colombia lo jalaba hacia dentro de la casa.

—México, sabes perfectamente que detesto que me despierten, y que detesto esa odiosa rivalidad que tienes con Corea del Sur. ¡Ni siquiera sabes hablar coreano, pero bien que entiendes cuando te está provocando! —decía mientras México se sentaba en el sofá como buen niño regañado, y Colombia iba a la cocina a servir dos tazas de café— La próxima vez que me despiertes después de un largo día de trabajo, no saldrás vivo de mi país, México.

Origenes: El libro del todoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora