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- Vamos, camina más rápido - habló sin piedad del chico delante de mí.

Escogí a uno, no lo conozco ni sé quién es, pero de alguna forma le he convencido, hice un trato con el y parece que de alguna forma, automáticamente o por arte de magia, a accedido a nuestro trato, raro, es como si algo lo controlará mentalmente. Camina delante de mi, vestido como yo, por el camino estrecho de paredes de tierra, el cielo azul nos guía el camino, todo iba bien, hasta que me detengo.

- Ahora sigue adelante, no seas gallina.

- No soy una gallina ¡Idiota! - exclamó el chico - más te vale cumplir tu parte del trato.

El sigue y sigue, hasta que lo pierdo de vista, ni siquiera recuerdo nuestro trato ¿Que fue lo que acordamos? No lo sé. Espero, y espero, al no ver nada pienso que mi plan fallo. El regresa.

- No había nada, rubio inútil.

Aprieto los puños, vamos estúpido destino, cae, cae y pierde. No moriré hoy, bajo ninguna circunstancia, te daré lo que quieras, no tengo nada que perder, y mi familia estará bien sin mi, de eso estoy seguro. ¿Desde cuándo soy tan negativo? No importa, aquel chico camina hacia mi, hasta que algo en el cielo llama mí atención.

- Demonios, es ese bebé de nuevo.

Cómo acto de desesperación, le doy una patada al chico, tirándole al suelo y salgo corriendo mientras lo escucho como me maldice, gritos y más gritos hasta que caen en la desesperación, corro lejos sin saber que ocurrió, agitado me detengo esperando en la segura lejanía, no quiero morir, no hoy, no mañana, no nunca. Este es mi tiempo. Intento forzar la vista acercándome con cautela, veo finalmente un destello que me dice que he conseguido lo que esperaba. Bingo. Sintiéndome aliviado, me voy de regreso al pueblo, no sé que pueda ocurrir creo, o tal vez, estoy seguro de que nunca había llegado tan lejos por razones desconocidas.

Me muevo, entre las personas, la noche cae y se hace difícil ver, las fallas en las luminarias nocturnas me acompañan toda la travesía a casa. Sonreí, no estoy muerto, y eso me hace feliz. Llegó a casa, dónde mis hermanos me reciben, siempre suelo llegar tarde a casa, así que no había ningún problema, voy directo a mi habitación, esperando al nuevo siguiente día. Y en mi cama, recostado, sueño de nuevo. Una oscura presencia, en mi sueño se acerca a mí lentamente.

- ¿Quién eres? - preguntó.

- Alguien con quién hiciste un trato Bill.

- ¿Qué?

- Tu sabes que, al final de todos los caminos, siempre seré yo a quien recurran todos en el fin.

- ¿Y? Vaya sueño más extraño - miro a los alrededores pero todo es confuso, dónde había una puerta adentro había una esquina de una pared y al mirar de nuevo, eran varios cuartos lejanos.

- No soy un sueño Bill. Supongo que necesitas, refrescar un poco tu memoria.

- Oh, me gusta la Coca-Cola.

- ... Nunca te cansas de hacer el ridículo ¿Verdad?

En un chasquido de dedos, veo miles de imágenes en mi cabeza, ahora algunas cosas tienen sentido, no recordaba que tenía poderes para controlar a las personas. Me levanto de golpe, y caigo de la cama.

- Maldición - digo terminar en el piso.

Mirando al techo y acariciando mi brazo, sobre el cual caí, pienso en lo que ví, yo realmente quería proteger a mi familia de una buena manera, nada malo, pero si lo que ví es real, no me queda de otra que hacerme cargo por las malas.

- Me encargaré de esa maldita rueda Cipher - me sostengo de la orilla de la cama y me paró - aún que tenga que desaparecer a los que pertenezcan a ella.

Errante | Bill Cipher Donde viven las historias. Descúbrelo ahora