De pronto, Izuku soltó una risueña risa ante ante lo absurdo de la situación. De hecho, al pecoso le parecía tan gracioso que no se lo pensó mucho cuando retiró su miembro del interior del rubio, ni cuando se visitó como pudo y salió del cubículo para atender al agitado bebé.
Ahora que sabía lo que con tanto recelo había estado ocultando su omega, se sentía mucho más tranquilo; así que el sexo podía esperar.
En cuanto Midoriya se acercó a la cuna del recién nacido, unas pequeñas y rechonchas manos se alzaron exigiendo contacto. Acto que derritió al instante el corazón de Izuku, pues el parecido del bebé con su obstinado omega era tal que, cualquiera confundiría la copia con el original.
— Estás hambriento, ¿verdad?— cuestionó el pecoso, recibiendo un puchero como respuesta.
Así que, contagiando su buen humor al bebé, Izuku cargó al pequeño hasta la cocina para prepararle un suculento biberón. Y, mientras calentaba el agua, Midoriya imaginaba diferentes lugares en los que podrían pasar la tarde, pues nada le hacía más ilusión que poder enseñarle el mundo exterior a su primogénito.
A la vez que agitaba el biberón, para incorporar el polvo de la fórmula al agua, Izuku observó con auténtica admiración a su hijo esperando pacientemente sentado en la trona, cosa que le hizo sentirse en el paraíso.
Cuanto más escudriñaba esa dulce cara llena de pecas, perfectamente repartidas sobre sus pómulos y, esos preciosos y brillantes ojos rojos, más sentía Midoriya su lado protector crecer dentro de su pecho.
— ¡Oh, no! Espera un segundo bebé, he olvidado el babero— recordó Izuku, saliendo de sus ensoñaciones.
Aunque el bebé volvió a contestar con un puchero, el pecoso no pudo más que ignorarlo, para no distraerse, una vez más, con su dulce y expresiva cara.
No obstante, la felicidad de Midoriya se vio interrumpida una vez ingresó de nuevo en la habitación que compartía con su omega, pues al ver sus prioridades eclipsadas bajo el exigente llanto de su hijo, no se dio cuenta del alterado y vulnerable estado en el que se encontraba el rubio.
Tan sólo con una bocanada de aire, las fuertes feromonas que inundaban la habitación bastaron para derrumbar el sólido autocontrol del pecoso. Sin embargo, no fue eso lo que hizo que sus rodillas se debilitaran, sino la erótica imagen de su omega intentando por todos los medios, satisfacer sus instintos.
— ¿Kacchan?
La voz ronca y sensual de Izuku provocó serios temblores sobre el cuerpo Bakugo, el cual había estado bajo la fuerte presión de tener que ocultar su cuerpo y, en consecuencia, retrasando su celo durante semanas.
Inconscientemente, deseaba no tener que vivir la vergonzosa situación de no poder hacerse cargo de su propio hijo, por un motivo tan estúpido. Hasta cierto punto, su propia naturaleza le obligaba a odiarse cada vez un poco más, pues sentía que cada día le resultaba aún más difícil luchar contra su parte primaria.
El omega en su interior ansiaba cosas que su parte humana reprimía, por vergüenza y orgullo.
Desearía no tener cambios físicos tan extremos y poder disfrutar de su sexualidad sin problemas, pero en cambio tenía dos masas, turgentes y sensibles, preparadas para ser devoradas. Además de un deseo inexplicable por ser utilizado sin contemplaciones. Necesitaba al alfa que tenía delante, y le necesitaba en ese mismo instante, saciando sus instintos.
— No... No te acerques, terminaré en seguida— suplicó Katsuki, moviendo desesperadamente su mano en un intento por eyacular lo antes posible.
No obstante, la presión de su mano no era suficiente, ni sus dedos explorando su insaciable interior, aunque incapaces de alcanzar la profundidad que se morían por tocar.
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Nitro Milk [TWO-SHOTS] DKBK
Fiksi PenggemarAl principio no le dio mucha importancia, pues suponía que su pecho crecería levemente, incluso tal vez generara algo de leche, sin mucha sustancia; eso habría sido lo habitual para cualquier otro omega. Tal vez era cosa del destino haber nacido co...