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Se sentía intimidado. El aeropuerto era gigante, ruidoso, luminoso y repleto de personas con maletas. Mucha gente hablando al mismo tiempo; unos se movía con alma que se llevaba el diablo porque iban a "perder el avión" y pasaban a llevar a todos los demás, disculpándose muy brevemente. Otros parecían plantas, sentados o desparramados en el suelo, como haciendo fuertes con sus bolsos.

-¿Así es viajar?- comentó Tenma confundido -¿no se supone que todos tienen un ticket de avión pagado? si tienen el horario, ¿por qué llegan tarde o más temprano?- el pequeño Uzui Tenma tomó la mano de su madre, quien caminaba observando curiosa la terminal ya que era su primera visita. Reflexivo, añadió- quizás sus pasajes no tenían la información completa...-

-¿Será algo así?- se sumó curiosa Senritsu. La pareja giró para encontrar un par de ojos granate que andaba detrás de ellos. Uzui Tengen los seguía de cerca, arrastrando dos maletas. Había estado escuchando la reflexión de su hijo, así que no tuvo problema en responder.

-Tenma, todos los que compran viajes en avión reciben un boleto con toda la información- empezó Tengen a explicar a la pareja de novatos. Se sentía como un profesor al ver los ojitos brillantes que lo seguían con interés-Contiene el nombre del pasajero, número de avión, fecha y hora del abordaje; salvo en muy contadas ocasiones vienen personas a resolver problemas con sus tickets. Pero la mayoría que vienen antes es porque hay tramites que son más lentos. Por ejemplo, nosotros tuvimos que venir dos horas antes para pasar aduana y policía internacional-

-¿Eso es grave?- consultó Senritsu repentinamente nerviosa. Si bien ya había repasado con Tengen los documentos necesarios, no se sentía lista para enfrentar a la policía. Ya sabía que no había hecho nada... ¿pero y si pasaba algo? ¿Qué pasaría con Tenma? ¿o con ella?

Su marido conocía esa mirada nerviosa y angustiada. Y ya sabía como tranquilizarla. Simplemente dejó las maletas un momento y la abrazó desde atrás, apoyando su cabeza sobre la de su mujer. Al simple contacto, sintió como dejaba de temblar.

-Como dije, es solo un trámite- sonrió el albino. Observó a Tenma, quien seguía obnubilado por tantos estímulos. Le acarició la cabeza, llamando su atención-Papá se hará cargo-

Esa frase tan corta era muy poderosa. Tenma confiaba plenamente en su padre. Cuando le sonreía y aquella enorme mano acariciaba con cuidado su cabello, tenía la certeza de que su padre estaba allí y que lo protegería. Él todavía era un niño de solo 7 años inocente y dulce, pero de apariencia mayor, pues su genética Uzui lo hacía ver mayor. Era alto y su contextura empezó a ser más fibrosa. Al principio su cambio corporal no le gustó para nada, lo cual dañó un poco el ego de su padre.

Tenma disfrutaba de los juegos del parque, pero ya no podía jugar a algunos, pues se quedaba atascado o se golpeaba por calcular erróneamente la longitud de sus brazos y piernas. Tampoco estaba a gusto cuando jugaba con sus amiguitos de primaria. Cada tanto pasaba a llevar a sus compañeros, visiblemente más pequeños, porque no controlaba su fuerza. Era un chico muy bueno y le daba cargo de conciencia lastimar a sus amigos. Él solo quería ser como sus compañeros y poder jugar sin tener que acordarse de que era más grande que el resto.

Pese a su buen corazón, un día lastimó a uno de sus amigos jugando. El padre del pequeño fue tras él al recoger a su hijo y empezó a gritonearlo. Él ya se sentía mal y ya se había disculpado. No lograba entender porque ese señor seguía molesto. Estaba confundido y asustado. Sentía miedo del padre de su amiguito. Sintió como sus lágrimas se estaban acumulando, cuando repentinamente se hizo un silencio.

Uzui Tengen no tenía paciencia. Ni tampoco recato. Le gustaba lo vistoso y llamativo.

Ese día Senritsu lo llamó para que fuese el a recoger a Tenma, ya que hubo extensión en las clases de solfeo, que estaba tomando como su formación de interprete. El albino fue feliz a recoger a su primogénito, hasta que vio como un atorrante mal nacido estaba gritándole. En un instante, el hombre de casi dos metros tapó la boca del maldito que osaba dirigirse a su pequeño tesoro de esa manera tan terrible.

El color del sonido-secuelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora