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La vida era buena, intensa y extravagante. Tengen Uzui estaba orgulloso de su desarrollo profesional. Desde su regreso a Japón, había podido ejercer de director de museo. Gracias a ese trabajo, podía mantener a su familia y le permitía ejercer su vocación de artista, pudiendo exponer sus propias obras y, a través de los canales de los museos del país, lograba movilizar sus propuestas artísticas en otras prefecturas.

La combinación de su extraordinaria personalidad y sus piezas originales, tenía invitaciones tanto nacionales internacionales como nacionales para explicar sus obras en diversos eventos. Su habilidad de hablar diversos idiomas lo hacía aun más interesante y, por lo mismo, estaba ganando popularidad.

Por otro lado, ya se había logrado afianzar los lazos con su familia. Senritsu lo amaba con todo su corazón. No tenía dudas ya que, pese a ser muy tímida y reservada, había logrado expresarse y ser más abierta con él. Delicada y silenciosa aprovechaba para besarlo, restregarse contra su mejilla o cuando se sentía juguetona, darle un agarrón y una mirada hambrienta. Él estaba en el cielo con su esposa.

Su hijo ya logró estar en confianza plena con su padre. Ya se atrevía a llamarlo por teléfono sin acompañarse de su madre. Su voz ya estaba menos aniñada, pero seguía igual de tierno y adorable. Cuando viajaba, su hijo la llamaba todos los días para darle conversaciones muy cortas. Solo porque lo extrañaba.

Él hombre del hogar estaba listo para retirase. Caminó hacía la habitación de su suegro. Jigoro aunque vivía, pero ya no tenía energías suficientes para abandonar su cama. Desde hacía un par de meses solo se apersonaba para comer a la cena, pues allí podía ver a la familia completa y escuchar las experiencias del día. Tocó la puerta y, luego de un momento, procedió a entrar.

-Jigoro, voy de viaje a Nagoya- dijo el albino, acercándose a la cama. El anciano estaba con lentes leyendo un libro-los dejo a su cuidado- agregó inclinando su cabeza.

-A Nagoya- reafirmó el anciano, enfocándose en el hombre-Veo que te va bien, Tengen-

-Claro que sí, con la compañía de mi avecilla y mi polluelo no puede salir nada mal- sonrió contento-gracias por permitirme tener a mi familia-

Pese a que él nunca lo dijese abiertamente, estaba realmente agradecido de ese anciano. Pese a que hace años intento romperle la cara con un bastón, lo recibió y le dio la bendición para casarse con Senritsu. Y siempre ayudaba atentamente, incluso cuando le apetecía más dormir.

-Hijo, eras joven y todo ya se arregló-habló el viejo, golpeando amistosamente la rodilla del hombre-claro que cuidaré de esos dos niños, es mi deber. Cuídate, Tengen-

El albino se inclinó ante Jigoro y se fue de la habitación. En la entrada de la puerta estaban de pie Senritsu y Tenma. El gigante se dirigió a ambos, para darles un abrazo y un beso. Los dos agitaron sus manos al verlo subir al taxi. Si fuese por él, los llevaría a todos lados, pero tenía que presentar y preparar la muestra de las obras. Era mucho trabajo y no podría atender a su familia correctamente.

Luego de despedirse de su esposo, Senritsu procedió a asear su casa, preparar la colada y servirle el almuerzo a Tenma y preparar los alimentos de su abuelo. Ahora solo podía comer alimentos colados. Sus dientes ya no estaban firmes y, al morder alimentos muy solidos le causaba molestia.

Estos cambios ponían nerviosa a la rubia. Sentía que su abuelito estaba cada día más débil y que, eventualmente, se iría de su lado. Solo pensar en un mundo sin Jigoro, sin la única persona que la amó cuando más lo necesitaba la descomponía. Preparó los alimentos y se los fue a dejar a su abuelito, conversándole el plan del día: hoy iba a llevar a Tenma al dojo de su abuelo paterno para su primera clase. Y luego tendría que presentar una composición propia para sus clases de interpretación. Aunque estaba ansiosa, sabía que lo haría muy bien. Había practicado mucho.

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⏰ Última actualización: Mar 06, 2022 ⏰

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El color del sonido-secuelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora