кץгเє

211 46 49
                                    

No era bueno cocinando y lo único que podía desayunar era café. Combinado con sus medicamentos, tal vez debería bajar su afición por la cafeína, pero seguía siendo lo único que podía soportar en la mañana.

Trabajaba desde casa, rara vez tenía que ir a la editorial y las ocasiones en las que salía era para reunirse con los escritores o para hacer las compras.

Wonwoo era un hombre que prefería quedarse en casa mientras tuviera la oportunidad.

Le sirvió sus croquetas a Juniper y encendió la televisión sólo para tener un poco de ruido de fondo. Se dejó caer en el sillón con la computadora en sus piernas y revisó sus correos mientras bebía su café.

Según su reloj de muñeca eran las 10:02 de la mañana. Tenía que tomar su medicamento a las 11:00 A.M.

Pasaron los minutos entre que seguía leyendo sus correos pendientes y se acababa su café, cuando escuchó que tocaron a su puerta.

Miró hacia atrás con curiosidad. No esperaba a nadie, puesto que apenas era lunes y las visitas de sus amigos habían acordado que serían los martes y viernes.

Colocó la laptop en la mesita de café y se levantó del sillón, quitándose las gafas para tallarse los ojos e ir hacia la puerta.

—¡Voy!

Abrió la puerta y se colocó las gafas, parpadeando varias veces al ver a esa persona otra vez.

A su vecino. Moon Junhui.

Wonwoo se quedó mirándolo fijamente y el hombre de cabello castaño sonrió. Se sorprendió demasiado, porque su vecino no estaba usando lentes oscuros en esta ocasión.

—¿Hola? —dijo, inclinando su cabeza hacia un lado—. ¿Jeon Wonwoo?

Al escuchar su nombre, el editor salió de su estupor y sonrió torpemente.

—Hola, Moon, ¿verdad? —Por supuesto que recordaba su nombre, no había necesidad de confirmarlo.

—Jun está bien, espero no interrumpir y quitarte mucho tu tiempo —dijo con su voz gentil. Wonwoo se sintió agradecido de que le hablara sin formalidades. Hasta que notó que sus ojos estaban perdidos en un punto donde no había nada que ver, como el hombro del azabache. No podía ignorar ese hecho. Por fin pudo ver sus ojos.

Esos maravillosos orbes parecían un cielo nublado. Eran blancos en el iris y la pupila, borrosos, como si una neblina los empañara.

No era algo que hubiese visto antes, unas nubes en dos ojos como perlas. Como dos lunas llenas, un Mare Nubium en la mirada de aquel hombre.

—Para nada, trabajo desde casa así que tengo un horario bastante amplio y libre —explicó, notando que Junhui sostenía algo entre sus manos. Llevaba puesto un traje elegante.

—Eso debe ser muy cómodo, yo no tengo esa ventaja —Junhui estiró sus brazos (de nuevo, lo hizo con una corta distancia, muy apenas separándolos de su cuerpo)—. Cómo es costumbre tácita, quise traerte algo al ser mi nuevo vecino, de bienvenida porque te mudaste al departamento. Son donas de la panadería Boo&Chan, no sé si hayas ido ya, pero te puedo asegurar que tienen las mejores donas de todo Yabbay.

Wonwoo aceptó la caja y abrió la tapa para ver alrededor de veinte donas glaseadas que despertaron su apetito inmediatamente.

—Muchas gracias, no era necesario.

Junhui sonrió y negó suavemente.

—Mi recomendación es que con un capuchino saben mejor.

Wonwoo, que bebía sólo café negro, se sintió encantado con la idea.

Orgel (WonHui)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora