Los ojos de la muerte y el cabello de la reencarnación

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Un nuevo día había llegado a Japón, el país del sol naciente.

La Muerte, o Naruto, como se hacía llamar ahora, había estado ocupado dividiendo su tiempo entre sus deberes como Cegador y tratar de encajar en la sociedad moderna.
Al final, había decidido quedarse en el mundo de los humanos por un par de razones:

La primera, La Montaña del Sapo, lugar en que su amigo solía residir. Le daría nostalgia dejarla, además que se encargaría de cambiar las flores del altar más seguido y mantener el lugar en orden.

La segunda razón, era el lugar exacto en que se encontraba, la Ciudad de Kuoh.

La Ciudad de Kuoh, a la vista de un ser humano común, no destaca en nada. Tiene escuelas simples, oficinas simples de empresas pequeñas y la población no era diferente a la de cualquier otra ciudad promedio en Japón.

Sin embargo, desde la perspectiva de un ser sobrenatural, es un lugar muy importante, pues se trata del territorio de los demonios del panteón cristiano, el más seguido en el mundo. Era el lugar perfecto para la vida que Naruto buscaba.

–¿Por qué los humanos necesitan tantas formas de identificarse? - dijo gruñendo tras obtener los últimos documentos necesarios para sus trámites escolares. –Bueno al parecer comenzaré mañana. Por ahora debería conseguir un empleo, creo.

Pasaron las horas y empezaba a oscurecer, Naruto caminaba pateando una piedra, frustrado, pues conseguir un empleo fue más complicado de lo que esperaba. Los empleos sencillos a medio tiempo ya estaban ocupados por otros estudiantes, y los que aún tenían vacantes no le interesaban o los encontraba muy estúpidos.

En su vagar por las calles de la ciudad, la piedra que lo acompañaba lo guió a la entrada de un local de ramen. Los letreros luminosos y el olor agradable lo hipnotizaban e incitaban a entrar.
Nunca antes había probado el ramen o alimento alguno en general. Al ser La Muerte no sentía hambre o sed, pero eso no significaba que no percibiera olores o que no pudiera degustar, aunque lo único que había probado fuera el sabor salado del sudor y la sangre.

Después de meditarlo un poco decidió entrar y saciar su curiosidad.

El sonido de la campana de la puerta y los pasos de Naruto alertaron al dueño de la tienda quien se encontraba acomodando sus tazones en la repisa.

–¡Bienvenido! - saludó el hombre sin voltear aún a verlo. –¿Qué puedo servirle?

–Un ramen de miso, por favor. - dijo Naruto tomando asiento en la barra.

–¡En seguida! 

El hombre sirvió el pedido y se dispuso a entregarlo cuando dirigió su mirada al rubio y el escalofrío más grande que había sentido nunca le recorrió la columna hasta llegar al cerebro y nublar su visión.

¡Crash! 

El tazón de ramen se encontraba ahora en el suelo, completamente hecho un desastre.

–¡T-Tú! - fue todo lo que dijo el hombre dejándose caer hacia atrás.

–¿Hmm? ¿Estás bien, viejo? - Naruto observó el rostro lleno de terror del  hombre y notó que uno de sus ojos estaba nublado. –¿Puedes verme, no es así?

–¡¿Q-q-qué está haciendo aquí?!

–Solamente vengo por un plato de ramen. ¿Puedes servírmelo o no?

–¡I-inmediatamente, señor! - Tan rápido como su cuerpo se lo permitió, el cocinero preparó un tazón de ramen llenándolo más de lo habitual.

Naruto tomó un par de palillos de madera y se puso en marcha, pero no llegaría muy lejos pues se encontraría con la dificultad de no saber usar los palillos.

Naruto el Jinete del ApocalipsisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora