REGALO DE GRADUACIÓN

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8:16 P.M

Hola.
Me siento terriblemente cortado cuando abro la puerta. Kakuzu está en el porche, con sus vaqueros y su cazadora de cuero.
-Hola- dice, y su cálida sonrisa me tiene tranquilo. Me detengo un instante para admirar su belleza. Por Jashin, está buenísimo vestido de cuero.
-Pasa.
-Si me lo permites- Contesta, divertido. Cuando entra, le veo con una botella de champán en la mano -He pensado que podríamos celebrar tu graduación. No hay nada como un buen Bollinger.
-Interesante elección de palabras- comento con sequedad. El sonríe.
-No tenemos más que tazas. Ya hemos empaquetado todos los vasos y copas.
-¿Tazas? Por mí, bien.
Me dirijo a la cocina. Nervioso, un leve cosquilleo recorre mi espalda.

Cuando vuelvo, está escudriñando el paquete marrón de libros. Dejo las tazas en la mesa.
-Eso es para ti- murmuro algo ansioso. Mierda... Seguro que esto termina en pelea. -Compré esto para ti- dice él en voz baja y con mirada impasible -No me pasaré contigo si aceptas.
Trago saliva compulsivamente.
-Kakuzu, no puedo aceptarlo- no es que sean demasiados, es que no me tomaré el tiempo ni para verlos.
-Ves, a esto me refería, me desafias. Quiero que te lo quedes, y fin de la discusión. Es muy sencillo. No tienes de que pensar. Como sumiso mío, tendrías que agradecérmelo. Limitate a aceptar lo que te compre, porque me complace que lo hagas.
Suspiro. No me voy a salir con la mía, asi que ni modo. Ahora no tengo cabeza para pensar que hacer con ellos.

El ambiente se volvió tenso. No sé qué hacer. Me miro fijamente los dedos. ¿Cómo salvó la situación?
Deja la botella de champán en la mesa y se sitúa delante de mí. Me toma de la cara por la barbilla y me levanta la cabeza. Me mira con expresión grave.
-Te voy a comprar muchas cosas, Hidan. Acostúmbrate. Me lo puedo permitir. Soy un hombre rico.- Se inclina y me planta un beso rápido y casto en los labios. Me suelta.
Toma el champán, le quita el aluminio y la malla, retuerce la botella más que el corcho y la abre con un pequeño estallido y una fluritura experta con la que no se derrama ni una gota. Llena las tazas a la mitad.
-Es rosado- comento sorprendido.
-Bollinger Grande Année Rodé 1999, una añada excelente- dice con entusiasmo. Vale, nunca pedí que me explicará a detalle. Pero ya abrió la boca.
-En taza.
Sonríe.
-En taza. Felicidades por tu graduación, Hidan.
Brindamos y él da un sorbo, pero no dejo de pensar de que, en realidad, celebramos mi capitulación.

-Gracias- susurro y doy un sorbo. Desde luego está delicioso.
-¿Repasamos los límites tolerables?
Sonríe, y asiento.
Kakuzu me toma de la mano y me lleva al sofá, donde se sienta y tira de mí para tomar asiento a su lado.
-Tu padrastro es un hombre muy taciturno.
Ah... así que pasamos de limites tolerables a hablar de mi padrastro. Joder. -Lo tienes comiendo de tu mano- Digo con un mohín.
Kakuzu ríe suavemente.
-Solo porque sé pescar.
-¿Cómo supiste que le gusta pescar?
-Me lo dijiste tú. Cuando fuimos a tomar café.
-Ah, ya lo recuerdo- Doy otro sorbo. Asi que, recuerda a detalle todo. Mmm... este champán es buenísimo.
-¿Probaste vino de la recepción?
Kakuzu hace una mueca. -Sí. Estaba asqueroso.
-Pensé en ti cuando lo probé. ¿Cómo es que sabes tanto de vinos?
-No tanto, Hidan. Solo sé que me gusta.- Sus ojos verdes brillan, casi esmeraldas, y vuelvo a ruborizarme.
-¿Más?- pregunta referiendose sl champán. Asiento.
Kakuzu se levanta con elegancia y toma la botella. Me llena la taza. ¿Me querrá achispar? Lo miro receloso.

-Esto esta muy vacío. ¿Te mudas ya?
-Más o menos.
-¿trabajas mañana?
-Sí, es mi último día.
-Te ayudaria con la mudanza, pero le he prometido a mi hermana que iría a buscarla al aeropuerto.
Vaya, que novedad.
-Konan llega de París el sábado a primera hora. Mañana me vuelvo a Seattle, pero tengo entendido que Obito os echara una mano.
-Sí, Deidara está muy entusiasmado al respecto.- Kakuzu frunce el ceño.
-Sí, Deidara y Obito, ¿quién lo diria?- masculla, y no sé por qué no parece que le haga mucha gracia.
-¿Y qué vas a hacer con lo del trabajo de Seattle?
¿Cuándo vamos a hablar de los límites?
-Tengo un par de entrevistas para puestos de becaria.
-¿Y cuándo pensabas decírmelo?- pregunta con la ceja alzada.
-Te lo estoy diciendo ahora.
Entorna los ojos.
-¿Dónde?
Nose bien por qué, quizá para evitar que haga uso de su influencia, no quiero decírselo.
-En un par editoriales.
-¿Es lo que quieres hacer, trabajar en el mundo editorial?
Asiento con cautela. -¿Y bien?
Me mira pacientemente a la espera de más información.
-¿Y bien qué?
-No seas reservado, Hidan, ¿en qué editoriales?- me reprende.
-Unas pequeñas- Murmuro.
-¿Por qué no quieres que lo sepa?
-Trafico de influencias.
Frunce el ceño.
-Pues sí que eres un retorcido.
Y se echa a reír.
-¿Yo retorcido? Oh, joder. Bebe, y hablemos de esos límites.

LAS 50 SOMBRAS DEL KAKUHIDANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora