Un día de cambio

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Poco a poco nuestra historia fue convertida en leyenda, y la leyenda se olvidó hasta el punto de no existir prueba alguna en el mundo.

Todos empezaron a vivir en paz y armonía, un paraíso sin igual en el cual no existía ninguna maldad.

En el reino de la naturaleza, país de Tierra Serena, gobernaban, con justicia y bondad, el rey Marion y la reina Elenia, la cual tuvo a una hija que la llamaron Amanda. Su cabello rubio se semejaba a una cascada de oro, sus claros ojos verdes destacaban su infinita pureza, la perfección de su cuerpo era considerada como la mayor obra de arte jamás inventaba, pero todo ello no era nada en comparación con su dulce voz, tan delicada como un leve halo de esperanza en un mundo aciago, la última salvación de un alma en pena, pues es de esperar que todo aquel que la oía con el tiempo solía confesar todos sus pecados, ya que había escuchado con sus propios oídos el ser más hermoso y puro del planeta. Poseía el don de la naturaleza con el cual podía entender y ayudar a la fauna, así como a la vegetación. Ella era aceptada tanto entre los suyos, como entre la vida salvaje. Sus facultades de elegancia, amabilidad y gentileza no tenían fin, esto le permitió sobresalir en la sociedad como la princesa más querida de su reino. Pues no tenía ni defectos, ni enemigo alguno.

Pero como todo lo bueno, la paz llego a su fin, un día en el castillo sucedió una gran catástrofe, nadie sabía cómo empezó, solo que hubo un gran incendio, el cual llego a acabar con toda la familia real. Pero alguien se salvó, la joven Amanda sobrevivió, pues se hallaba en un bosque lejano recogiendo frutos. Ella ignorante de todo lo sucedido, regreso al castillo, donde se encontró unas ruinas carbonizadas y alguna que otra llama. Lloró durante horas para calmar su gran perdida.

El gran mago Berlín acudió en su ayuda nada más recibir la noticia. Él era el mago más capacitado de toda Tierra Serena. El consoló a la princesa, pues en antaño fue nombrado su padrino por el Rey.

Berlín aconsejo a Amanda, la cuido y protegió de todo mal. Ella creció fuerte, sana y, gracias a Berlín, sabia.

Aquel día quizás el reino perdió a su rey, a su reina y a sus dos príncipes, pero gano una futura reina, que rebosaba liderazgo, poder y carácter. Todos los súbditos sabían que sería su reina cuando llegara a la mayoría de edad. Todos percibían en ella un gran poder, valentía, astucia y destreza, pero nadie noto una chispa de venganza e ira latentes en lo más profundo de su alma.

Mientras tanto en el reino de la Luna, país de Grecok, el cual gobernaban, el rey Lazengot y la reina Celestia, la cual tiempo atrás tuvo a una hija llamada Gabriela. Gabriela era de blancos ojos como la leve luz de la Luna, salvaje pelo negro semejante a la total oscuridad de la noche llegándole hasta la cintura y unos rasgos delicados que acentuaban su carácter feroz, desenvuelto y brutal.

Ella era diferente que todas las mujeres de la familia real de la Luna, al igual que sus hermanas ella poseía desde el don de controlar una espesa niebla, dominar las olas del océano e incluso poder enamorar a los hombres hasta el punto de quitarse la vida por su belleza, pero carecía del pelo plateado característico de la familia real de la luna.

También su actitud era extravagante para ser de la realeza, pues era arisca cual pantera, insociable e ingenua. Nadie le presto mucha atención a eso, ya que creían que era por ser la última de cinco hermanas.

Ella veía como todos le sonreían, pero sabía que solo era en apariencia, pues la condenaban con la mirada, ya que no era completamente de sangre real. Ya que al carecer del característico pelo real todo el que la veía sabía que era mestiza, sin razón aparente, ya que sus padres biológicos eran de sangre real, era como si no fuera parte de la familia e incluso de su pueblo, se comportaba diferente, y a pesar de poseer los poderes de la realeza no sabía utilizarlos muy bien.

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⏰ Última actualización: Apr 14, 2015 ⏰

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Los Herederos De Los Reinos: EncuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora