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Al llegar a su departamento sintió una gran melancolía y tristeza, que fueron reemplazadas por rabia y decepción

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Al llegar a su departamento sintió una gran melancolía y tristeza, que fueron reemplazadas por rabia y decepción. Con sus manos empuñadas comenzó a tirar todo lo que se le atravesaba; quebró todas los marcos de fotografías, tiró toda la ropa de Jisoo, su cama se volvió un desastre, rompió el espejo que decoraba su habitación, y entonces se dio cuenta: Su rostro estaba rojo, las lagrimas resbalando por sus mejillas, sus manos heridas y ensangrentadas, su ropa desarreglada. 

Estaba mal. 

Se dejó caer de rodillas y gritó, se desahogó, soltando gritos de rabia, de agonía, de desespero, golpeaba el suelo con sus manos heridas, importándole poco el dolor físico. Pues por más que se lastimara no le dolía, solo sentía el dolor en su interior, un dolor martirizante y casi agónico. 

Podía mentir y decir que no le dolía, pero no servía. Ya habían muchas mentiras con las cuales ahora lidiaba. Jisoo y Rosé se fueron guardando un secreto en su tumba, por más que intentara no hacerlo, Jennie deseaba que se estuvieran revolcando en sus tumbas, deseaba que sintieran lo mismo que ella sentía en ese momento, quería que sufrieran en el infierno. 

Sí ella estaba sufriendo en vida, y deseaba que Kim Jisoo y Park Rosseanne se pudrieran en el infierno. 

Se levantó tambaleante y caminó a pasos torpes hacía la sala, un estante grande con puertas de cristal contenía dentro botellas de licor de todo tipo, Jennie la abrió y sacó una botella de vodka, la destapó y sin medirse, empinó la bebida, bebiendo como sí de agua se tratase. El licor quemaba su garganta, pero no le importaba. 

No sabía cuanto tiempo había pasado, no sabía cuanto había tomado, no sabía que hora era, no sabía donde se encontraba. Solo sabía que la cabeza le daba vueltas y vueltas, sabía que la oscuridad deslumbraba el lugar en donde se encontraba. No sabía más. No recordaba nada, ni siquiera la razón por la cual bebía, solo sabía que quería seguir bebiendo, pero el estante con bebidas estaba vacío. 

Como pudo se levantó, con el mundo moviéndose a su alrededor. Buscó la salida del departamento, y la encontró luego de diez minutos buscar. Con la mano temblando abrió la puerta y salió, cerrándola con fuerza. Quería reír, y lo hizo. Tomó el ascensor del edificio y bajó hasta el primer piso, la recepción. 

Al salir, las personas se apartaban con pena y asco, pues la pelinegra apestaba a alcohol y su aspecto era desaliñado. Caminaba en busca de un bar, y lo consiguió a unas cuadras del edificio de donde salió, entró a aquel lugar y se sentó en un taburete frente a la barra, un chico la atendió y, aunque el menor vio el mal aspecto y no estaba dispuesto a atender la mujer se vio obligado pues su jefe le miró de manera asesina. 

Trago tras trago tras trago, bebía sin detenerse. Joder, le daría un coma etílico si seguía así... Pe de alguna manera quería llenar ese vacío que sentía. 

—Señorita... Debería dejar de beber —dijo el joven de cabellos oscuros cuando sirvió el veinteavo vaso de vodka—. No es bueno para usted estando en ese estado. 

La Relojera || [JENLISA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora