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De alguna forma la semana había sido sumamente tranquila, naturalmente se estresaba de vez en cuando por el trabajo, pero no había sido tanto como en un principio, desde hace algo de tiempo trataba de entablar una mejor relación con sus compañeros de trabajo, encontrándose así a gente que valía la pena, algunos con los que podía conversar tranquilamente durante los breves descansos que tenían, se hizo buen amigo de la persona que estaba junto a él, por lo que a veces podía conversar incluso cuando estaban trabajando.
El nombre de aquella persona era Akaza, no parecía mucho más grande que él, aparentemente ya estaba casado y estaban esperando un bebé, cuando escuchó eso no pudo evitar felicitarlo de una y mil formas.
También conoció a Douma, quién por cierto era amigo de Akaza, ellos dos tenían una amistad extraña a los ojos del rubio, pues decían que eran amigos e incluso se decían por apodos, pero a la vez se la pasaban molestándose e insultandose, aunque bueno, él no era nadie para juzgar esto.

Cuando llegó el sábado casi se le podía ver vibrar en la oficina con un entusiasmo increíble y una enorme sonrisa incluso más amplia de lo usual, aunque los sábados eran así para muchos, llegar temprano a sus casas siempre sonaba como el mismísimo cielo.
Durante su jornada no pasó mucho, era simplemente más de lo mismo, aunque a todos les sorprendió verlo salir casi corriendo a penas tuvo oportunidad.
Llegó tan pronto como pudo a su hogar, limpiando y acomodando cualquier cosa que lo requiriera mientras tarareaba contento, ese día su hermano estaba de visita hasta tarde en la noche cuando sus padres fuesen a recogerlo, quería que todo estuviese limpio y en orden para que el menor no sintiese la responsabilidad de hacerlo por si mismo y terminase sin disfrutar su visita.
Sonrió complacido cuando todo estuvo listo, había pedido comida a domicilio la cual no debería tardar, así que con todo hecho pudo sentarse en el sofá y relajarse mientras esperaba.

Aparentemente se quedó dormido, no despertó hasta que escuchó un fuerte golpe en la puerta que logró asustarlo un poco, no creía que fuese Senjuro pues este sabía que tenía timbre. Confundido salió a abrir y vio al par de niños que había visto anteriormente regañando a otro que traía puesta una extraña máscara de jabalí.
La escena era divertida de ver.

—Inosuke, te dije que tuvieras cuidado al lanzar la pelota, ve y pídele disculpas al señor Rengoku por golpear su puerta –Dijo molesto el pelirrojo, cruzando los brazos y haciendo un puchero infantil, su hermana no tardó en imitarlo.

—¡No me voy a disculpar! Él tiene la culpa por poner su casa ahí –El menor agitaba sus brazos a la vez que se tambaleaba de una pierna a otra, estaba haciendo todo un espectáculo que hizo reír levemente al rubio, aunque hubo algo que llamó mucho más su atención.

El auto de sus padres se aproximaba a su hogar, cuando se estacionó frente a él saludó con gusto a su madre y su padre, les dió un pequeño resumen de cómo le había ido desde la última vez que los vió, ellos hicieron lo mismo.
Finalmente Senjuro salió del auto y abrazó a su hermano, quién correspondió más que gustoso.
Sus padres les dieron algunas especificaciones antes de subir al auto nuevamente e irse, dejando a los hermanos solos.
Cuando estaban a punto de entrar a la casa, sintió una mano tirar de su pantalón, a lo que volteó viendo al menor que traía la máscara puesta.

—Oye tú, ojos de pescado —En ese punto no supo si sentirse ofendido o reírse, optó por no hacer mucho caso al apodo, aunque pudo escuchar la leve risa contenida de Senjuro– perdón por lanzar mi pelota contra tu puerta –En su voz se notaba la resignación, aunque cerca estaba el pelirrojo animandolo y felicitándolo.

—No te preocupes, está todo bien. Por cierto, hola, Tanjiro, Nezuko –Saludó sonriendo. Desde la última vez aquellos niños se habían vuelto un tanto cercanos a él, era lindo de ver. Los pequeños se acercaron casi corriendo para abrazar al mayor y Senjuro juntó sus manos inclinando la cabeza.

Juntos [RenGiyuu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora