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Por supuesto, Manuel se ofrece a llevarlo al aeropuerto. Pero Miguel prefiere tomar un taxi y Manuel no puede hacer nada para hacerlo cambiar de parecer. No lo intenta.

Miguel desayuna café y Manuel té porque es lo único que puede poner en su estómago sin sentir que va a vomitar.

El timbre del intercomunicador suena.

-Gracias.

Se despide Miguel.

-Por nada.

Responde Manuel.

Tira de la maleta despacio. Manuel tiene tiempo de sobra para tomarle la mano. Tiene tiempo de sobra para besarlo, para pedirle que lo perdone. Pero no lo hace.

Y cuando la puerta se cierra sabe que siempre lo supo. Solo era cuestión de tiempo.

EscalasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora